Rafael Cob, obispo de Puyo: "Los misioneros son la voz de los que
son pisoteados por la codicia de los poderosos"
[...] Cambia en las responsabilidades que a uno le confían, que son mucho
más amplias y grandes, pero el espíritu
misionero no cambia, pues ese espíritu que uno tiene cuando llega como
sacerdote misionero a un territorio de misión es el mismo que también tiene
cuando a uno le encomiendan como responsable siendo obispo de esa parcela y de
ese rebaño. Es el peso de las responsabilidades las que hacen el cambio
de la acción, pero no el cambio del espíritu que uno lleva y que gracias a que
Dios nos lo da, lo mantenemos.
[...] La primera dificultad es la falta de recursos humanos, de personal
que podamos llevar ese mensaje a esa porción del rebaño que Dios nos ha
confiado. Somos dieciocho sacerdotes para los treinta mil kilómetros
cuadrados. Aunque la población no sea mucha, están muy desperdigados. También hay que tener en cuenta la opción por la
minorías, que nos recuerda que todos
tenemos derecho a recibir esa Buena Nueva del Evangelio y que nos hace
llegar a los más pobres y necesitados.
Otro desafío es poder contar con los
propios misioneros de la misma Iglesia. Si el Concilio Vaticano II
decía que una Iglesia madura, en tanto en cuanto de ella surgen los propios
pastores para dirigir las comunidades, madura mucho más también, en cuanto el pueblo también toma conciencia de su
misión para que en realidad sean evangelizadores y misioneros allá donde están.
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