21 febbraio 2014

LECTIO DIVINA, VI Dom, T.O. Ciclo ‘A’ - (Mt 5,38-48)

En el Evangelio según san Mateo, Jesús nos expone la Nueva Ley, en antítesis con la Antigua. Ésta quedaba señalada por las palabras en boca de Jesús: “Han oído que se dijo a los antiguos: "Ojo por ojo y diente por diente". Pero yo les digo…”
Jesús nos propuso una vez más un cambio en la escala de valores, a diferencia de lo que la sociedad decía, Él quiso que prevaleciera el perdón y el amor en las relaciones de sus seguidores.
La medida del amor y del perdón ha sido en su criterio amar sin medida. El amor cristiano no se contenta con hacer el bien. Éste respeta, comprende, disculpa, descubre lo bueno que hay en el otro, para colaborar en su crecimiento.
En la persona de Jesús todas esas actitudes se unifican y se encuentran.

Seguimiento:
38 “Han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
39 Pues yo les digo que no resistan al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra;
40 Al que quiera pelear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; 41 y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos.
42 A quien te pida da, y no le vuelvas la espalda al que desee que le prestes algo.
43 Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”.
44 Pues yo les digo: “Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persigan,
45 para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”.
46 Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
47 Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los paganos?
48 Ustedes, pues, sean perfectos, como es perfecto su Padre del cielo”

I. Lectura: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice.

Seguimos en el Sermón de la Montaña, entendiendo qué es el discipulado, del que tanto habla el Documento de Aparecida. Vemos que Jesús nos enseña en qué consiste la vida nueva del Reino.
La justicia, que genera vida y fraternidad, es la que le da pleno sentido a la “Ley y los Profetas”. La Ley no hace sino señalar qué es lo que el Padre quiere que hagamos.
Hay que ser “hijos en el Hijo”; el amor cristiano no es más que la manera de ser del Padre Dios, reflejado en sus hijos, como nos lo reveló su Hijo Jesús. “Sean hijos de su Padre del cielo… Sean perfectos como es perfecto su Padre del cielo” (Mt 5, 45. 48). El punto es que esta “filiación” y esta “perfección” se deja conocer en la manera como enfrentamos la violencia.
La “justicia superior” que proviene del Reino es la de sabernos relacionar con los demás. Jesús mostró cómo las bienaventuranzas nos dan criterios para reaccionar frente a dos tipos de situaciones: El domingo pasado meditamos aquella en la que la relación depende de uno (Mt 5, 21-37) y ahora meditamos aquella en la que la iniciativa la tiene otra persona (Mt 5, 38-48).

1. La reacción del discípulo ante las agresiones. El primer impulso (el visceral) es el de la venganza, el del desquite, el devolver con la misma moneda la ofensa recibida. Ya el Antiguo Testamento había llegado a admitir esta posibilidad: “Se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’” (5,38; ver Éxodo 21,24); la llamamos “la ley del talión”: si me dañan, respondo.
En su momento la Ley fue un gran avance en la historia de la civilización, ya que su finalidad era evitar la justicia por manos privadas; ya se sabe que cuando esto sucedía las consecuencias eran funestas: la turba enardecida terminaba dando muerte al delincuente. La norma establecía que, delante de un árbitro (el juez del pueblo), se hacía justicia: si en el litigio un puño había tumbado un diente, ahora el agredido tenía derecho a hacerle lo mismo (un solo diente y no dos). Entonces los dos quedaban en paz.

2. El valor del Reino que hay que ejercer. Para Jesús, la venganza no pertenece al proceder característico del Reino de Dios. No es así como se hace justicia; por el contrario, hay que dar un nuevo paso hacia delante. La verdadera justicia no está en los empates, sino en la paradójica victoria del derrotado: “No opongas resistencia al malvado” (5,39ª).
Este nuevo valor que brota de la justicia del Reino apunta a la eliminación de la violencia mediante dos caminos: no prolonga la violencia a través del habitual desquite; sino favorece la conversión del agresor.
Mateo había puesto de relieve tres valores del Reino: la reconciliación, la fidelidad y la veracidad (Mt 5, 27-37). Cuando aparece el conflicto. ¿Qué hacer ante el agresor? ¿Cuál debe ser la actitud de un seguidor de Jesús ante un enemigo?
Jesús enumera cinco situaciones bien conocidas, en las cuales un discípulo se siente agredido en su integridad física, moral y sicológica.

(1) Una bofetada en la mejilla (5,39b). En este caso el agredido no devuelve el golpe, sino que pone la otra mejilla (5,39c).

(2) Un pleito jurídico para reclamar una deuda (5,40a). El agredido se muestra más generoso que el agresor, entregándole más de lo reclamado: el manto, el cual pertenecía al rango de los elementos de valor de una persona (5,40b).

(3) Un retén del ejército romano de ocupación (5,41b). El sometimiento al Imperio Romano permitía que los soldados romanos detuvieran las caravanas y forzaran a los viajeros a cargar piedras. Puesto que había abusos de autoridad, las leyes establecían que un romano no podía exigir más de una milla en este esfuerzo.
La respuesta frente a tamaña agresión es, por cuenta propia, hacer el doble de lo pedido, así queda claro que no se es un esclavo, sino un hombre libre que sirve generosamente al otro (5,41b).

(4) Una persona que pide ayuda (5,42ª). Podría ser el caso de un mendigo que pedía limosna; en aquellos tiempos los niveles de pobreza eran muy altos. ¿No es verdad que una persona que pide ayuda todos los días, poco a poco comienza causar fastidio? El agredido no perderá la paciencia.

(5) Un préstamo (5,42b). Aquí el contexto es bien conocido: los desplazamientos forzados por causa de la violencia romana (en la década del 60 y comienzos del 70) habían llevado a muchas familias a perder sus posesiones. Llegaban a otras ciudades y acudían en primer lugar a sus “hermanos” cristianos.

Éstos los acogían con generosidad los primeros días y les hacían préstamos, para que pudieran reorganizar sus vidas. Pero la situación económica era tal, que no había como pagar y, peor aún, los mismos volvían para pedir más. Entonces comenzaban a negarse los préstamos (sobre este caso ver: 6,12; 18,23-35; uno de los problemas mayores de la comunidad de Mateo eran las “deudas”) y la fraternidad entraba en crisis.
En todos estos casos se podía ver cómo el agredido no devolvía la ofensa, sino que, por el contrario, se mostraba siempre bondadoso. Enfrentaba el problema con una actitud diferente: bajaba la tensión del agresor y respondía de manera no violenta a la agresión.
El mal no se afronta de manera pasiva sino con una actitud que trata de hacer el bien al enemigo.

II. Meditación: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

Recordemos que al concluir las bienaventuranzas se dijo que las comunidades estaban siendo perseguidas (ver 5,10-12). Sobre este horizonte se bosqueja esta lección, según la cual el “odio al enemigo” (5,43) –que puede ser válido para quien conoce la “Ley” (Levítico 19,18) pero no para quien vive en la esfera del Reino.
El Corazón del Padre es fuente de inspiración para el discípulo. El hombre viejo acostumbra polarizar: “mis amigos y mis enemigos; con los primeros trato y con los otros no”. Pero Dios Padre no es así: Él “hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (5,45). El Padre de Jesús hace que en su corazón quepan todos.

¿Qué tanta capacidad tengo para regenerar mis relaciones con quienes me he disgustado?

La mención explícita del “sol” y de la “lluvia” es una referencia a las bendiciones que Dios le prodiga a los suyos: con ellas Dios mantiene y hace prosperar lo que ha creado. Que Dios ilumine y le conceda prosperidad a una persona “mala” o “injusta”, indica que –así como tampoco lo hacen el sol y la lluvia- el amor del Padre no se circunscribe a aquellos que lo aman, sino Él que ofrece su amor gratuitamente y sin distinciones aún a quien no se lo merece.

¿Cómo me comporto con quienes me persiguen y me hacen daño?

Jesús cambia la frase “odiar al enemigo” por “amar al enemigo” (5,44a). La manera concreta de amarlo es incluirlo. “Rueguen por los que los persiguen” (5,44b). Entonces el Dios del Reino lo transformará con sus bendiciones. Él nos pide afrontar la enemistad: transformar al enemigo con el poder regenerador del Reino.
La actitud fundamental de un discípulo de Jesús es el amor que sólo desea el bien, hace el bien, y, desde ahí, hace al otro bueno. San Pablo dice lo mismo con otras palabras: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Romanos 12,21). Así se corta el mal por la raíz.

¿Vivo venciendo el mal a fuerza de bien?

El publicano -quien vive en su pecado- y el gentil -que adora a otros dioses- (ver 5,46-47); aman nada más a los que los aman y saludan solo a su círculo de amistades. El discípulo es diferente, porque el motivo fundamental que inspira su actuar es el amor de Dios Padre. Ese es su criterio fundamental.
La última lección que Jesús da en esta escuela de valores enseñar a convivir al estilo del Reino de Dios; precisamente, lo que le da plenitud a la Ley es la identificación con los comportamientos y actitudes del Padre celestial: una vida de Hijos de Dios: “Ustedes, pues, sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial” (5,48).

¿En qué hago consistir la perfección? ¿Qué importancia le doy al amor en mi vida diaria y para con aquellos que convivo?

El amor es la perfección del Padre. Él es amor; nosotros podemos ser capaces de vivir la “misericordia”. Los buenos hijos honran el apellido del padre. . El criterio último de acción no es la “Ley” escrita, sino la manera de ser del Padre, que se reflejó nítidamente en su Hijo, Jesús de Nazareth, nuestro hermano.
San Agustín dice: “El que cree haber entendido las Escrituras, o parte de ellas, y con esta comprensión no edifica sobre este doble amor de Dios y del prójimo, no las entendió”. “La plenitud de la Ley y de todas las divinas Escrituras, es el amor…”

¿Qué tan fuerte es en mis relaciones el amor en su doble dirección, a Dios y a mi prójimo?

III. ORAMOS nuestra vida desde este texto:

Padre Dios, qué claro hablas a quienes somos discípulos de tu Hijo. Concédenos la valentía para hacer vida tu palabra. Nos podemos acostumbrar a escucharla, pero sin vivirla. Se nos hace tan fácil responder a lo que nos hacen dejándonos llevar por la violencia. Concédenos vencer el mal a fuerza del bien y de lo bueno, dándole espacio a tu Espíritu en nuestra vida, para saber cortar el mal desde su raíz. Que nuestra capacidad para amar crezca amando, que entremos en la escuela del amor, inspirados en lo que hizo y dijo Cristo Jesús, tu Hijo, y Hermano nuestro. ¡Así sea!

14 febbraio 2014

Ser con los jóvenes casa que evangeliza


Queridas Hermanas,

En este tiempo de preparación inmediata al próximo CGXXIII, os he pensado mucho. Se advierte una mayor sensibilidad misionera en el Instituto y la necesidad de un despertar misionero con la audacia de Don Bosco y de Madre Mazzarello, para ser con los jóvenes, con los más necesitados, CASA que evangeliza. «El amor impulsa al Éxodo y a salir de sí hacia nuevas fronteras para hacerse don: “El amor crece través del amor”.» (Actas CG XXII 33)

El amor de Cristo colma nuestros corazones y nos lanza a evangelizar (2Cor 5,14). El, hoy como ayer, nos envía por las calles del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cfr Mt 28,19). En el cotidiano descubrimiento de su amor surgen las fuerzas y el vigor del compromiso misionero de todos los cristianos y de manera particular de cada FMA. La fe crece cuando es vivida como experiencia de un amor recibido y cuando se comunica como experiencia de gracia y de alegría.

«Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar se vuelve autorreferencial y entonces se enferma (como la mujer encorvada del Evangelio). Los males que, en el transcurso del tiempo, afligen las instituciones eclesiales tienes su raíz en la autorreferencialidad, en una  especie de narcisismo teológico. En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está sobre el césped y llama. Evidentemente el texto se refiere al hecho de que El está a la puerta y toca para entrar… Sin embargo a veces pienso que Jesús toca desde dentro, para que lo dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende tener a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.» (Intervención del Cardenal Bergoglio durante le Congregación general, marzo 2013)

El tiempo Cuaresmal que se acerca nos ayude a mantener fija la mirada en Jesucristo, «Aquel que da origen a la fe y la lleva a su plenitud» (Heb 12,2). Como en Mornese, el Señor conceda a cada FMA y al Instituto entero el ardor que lo haga disponible para anunciar en todas partes la Buena Noticia del Reino, como los Apóstoles que por la fe recorrieron el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cfr Mc 16,15) y, sin ningún temor, anunciaron a todos la alegría de la Resurrección de la cual fueron fieles testigos.

El Señor, en este año del CGXXIII nos regale un corazón que sea casa abierta hacia el mundo de los jóvenes, de manera particular los pobres, los migrantes, los marginados. María nos acompañe y continúe indicándonos los lugares en los cuales el Hijo quiere ser reconocido, amado y anunciado.

En comunión y en la oración recíproca un fraterno abrazo.

Sr. Alaíde Deretti
Consejera para las Misiones ad/inter gentes

LECTIO DIVINA, VI Dom, T.O. Ciclo ‘A’ - (Mt 5,17-37)

Jesús se presenta como quien “cumple la Ley”; declara que él es el cumplimiento de la Ley. El lector comprende las consecuencias de estas palabras: ‘sólo a través de Él, se puede entrar en el Reino de los cielos’; incluso el más pequeño de los mandamientos adquiere sentido a través de su persona. Es como decir que Jesús es la medida para entrar en ese Reino: cualquiera, pequeña o grande acción vale en la medida que es hecha por Él, con Él y como Él.
De ahora en adelante, la Ley, la enseñanza de los profetas, la justicia, adquieren su verdadera profundidad salvífica a partir del vínculo con su persona. En el Antiguo Testamento estas realidades se veían como separadas y diferentes entre sí: la Ley contenía la voluntad de Dios; la justicia expresaba el compromiso humano por observar los contenidos de la voluntad de Dios presentes en la Ley; los Profetas, exégetas de la Ley, eran los testimonios del cumplimiento de la fidelidad de Dios en la historia.
En la persona de Jesús estas tres realidades se unifican: encuentran en él su sentido y valor. Jesús declara abiertamente que ha venido a cumplir la Ley y los Profetas

Seguimiento:

17. Jesús les dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud.
18. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o como de la ley.
19. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos.
20. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
21. Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal.
22. Pero yo les digo: todo el que se enoja con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulta a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
23. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
24. deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
25. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que se te entregue al juez, el juez al policía y te meta a la cárcel.
26. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
27. También han oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio.
28. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
30. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.
31. También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio.
32. Pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio.
33. Han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento.
34. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios;
35. ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.
36. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos.
37. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más es del maligno”.

I. Lectura: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice.

No se puede pensar que Jesús cumpla las profecías, en el sentido literal) de la Ley y de los Profetas, sino, que Él vivió las enseñanzas de la Ley y de los Profetas. Pero, de modo particular, ¿qué significa “abolir”, “cumplir” las enseñanzas de la Ley y de los Profetas? La respuesta se presenta en dos niveles.
El primero mira hacia la enseñanza de Jesús, que no cambia los contenidos de la Ley y de los Profetas cuya función era didáctico-instructiva.
Mateo considera a los Profetas como los testimonios del mandamiento del amor (Os 6,6// Mt 9,13; 12,7). El que Jesús lleve al cumplimiento las enseñanzas de la Ley y de los Profetas puede significar que él los “manifiesta en su significado”, “los lleva a su completa expresión”, y excluye el significado de “invalidar”, “abolir”, “no observar”, “infringir”.
El segundo nivel implica el actuar de Jesús: ¿cambia o no la misma ley? En este caso cumplir la Ley podría significar que Jesús con su comportamiento añade algo que falta o bien lo lleva a cumplimiento, perfecciona las enseñanzas de la Ley. Más concretamente: Jesús en su vida, con su obediencia al Padre, “cumple” las exigencias que nacen de la Ley y de los Profetas; en definitiva, observa completamente la Ley.
Por medio de su muerte y resurrección Jesús ha cumplido la Ley. Pensamos que el énfasis se pone en el comportamiento de Jesús: con la obediencia y la práctica ha cumplido la Ley y los Profetas (Mt 5,19). Jesús que enseña la voluntad del Padre es el cumplimiento de la Ley. Jesús es el Hijo obediente del Padre (3,13-4,11). Aquí está el modelo de comportamiento que se pone ante nosotros en esta página del evangelio. Ciertamente el énfasis de este texto está en el cumplimiento de la Ley por medio de la obediencia, pero esto no excluye un cumplimiento mediante su enseñanza. No hemos de olvidar que a Mateo le es muy querida la unidad entre la práctica y la enseñanza de Jesús; es maestro en la obediencia y en la práctica.
Sin embargo la prioridad la tiene la praxis como se deduce de la amonestación que hace Jesús de cuidarse de los pseudoprofetas (7,20 “Por sus frutos los conoceréis.” Es interesante notar que Mateo utiliza este verbo cumplir, llevar a plenitud, sólo para Jesús: sólo él cumple la Ley, sólo su persona presenta las características de la plenitud. Aquí radica su autorizada exhortación, que para nosotros se convierte en un “envío”, una tarea de cumplir en plenitud la Ley: “Yo les digo…” (vv.18.20).
Jesús cumple la justicia. Este modo de cumplir la justicia se distingue de los modos como lo entienden y viven en el judaísmo; en Jesús se presenta un nuevo estilo de justicia: "Porque os digo que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraran en el Reino de los Cielos” (v.20). Los escribas son los teólogos y los intérpretes oficiales de la Escritura (5,21-48), los fariseos, en cambio, son los laicos comprometidos de aquel tiempo, atados excesivamente a las prácticas de piedad (6,1-18). La justicia practicada por estos dos grupos no es suficiente, no puede servir de modelo: ésta impide entrar en el reino de los cielos.

II. Meditación: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

Los destinatarios de esta exhortación somos nosotros. Ciertamente la voluntad de Dios está relacionada con la Ley, pero es Jesús quien encarna un nuevo modo de poner en práctica la justicia. Jesús quiere una “justicia más grande”, ¿qué quiere decir esto? La de los escribas y fariseos está en relación con la justicia de los hombres; la justicia que Jesús predica, en cambio, exige una justicia más consistente, sensiblemente mayor a la practicada por el judaísmo. En qué consiste este “mayor” nuestro texto no lo esclarece de modo inmediato. Se hace necesario leer lo que sigue en la enseñanza de Jesús.

¿Estás abierta en mi vida la llamada de Jesús a una justicia más grande?
¿Soy consciente de no estar aún en la justicia plena? ¿Cómo puedo alcanzarla?

La radicalidad de la justicia predicada por Jesús. Él no enfatiza de modo radical algunos mandamientos de la Ley; más bien es primordial que sea el mandamiento del amor el centro de los mandamientos particulares. El “mayor” cuantitativo va encaminado a reforzar el aspecto cualitativo delante de Dios: el mandamiento del amor. La comunidad creyente es llamada a subordinar al mandamiento del amor, considerado como central, los numerosos mandamientos de la Ley. No hay tensión entre los preceptos particulares y el mandamiento del amor.
Las instrucciones de Jesús se hacen vinculantes en la línea con las enseñanzas legales veterotestamentarias. Para Jesús no hay ninguna oposición entre las prescripciones particulares de la Ley y el mandamiento del amor: se han de considerar en una relación armoniosa porque en esta relación conjunta nos viene ofrecida la voluntad de Dios.

¿Cómo ha de ser la relación entre los hermanos?

Jesús afronta el argumento de las relaciones fraternas. No basta circunscribir todo al compromiso del acto externo de no matar: "Han oído que se dijo a los antepasados: No matarás…” (v.21). Es indispensable romper esta normativa tan limitada, aunque también radical: ¡no matarás! El quinto mandamiento recomendaba el respeto a la vida (Ex 20,13; Dt 5,17). Ahora se propone una profundización o un horizonte completamente nuevo en el espíritu del decálogo. Si no se permite matar físicamente a una persona quiere decir que se permite hacerlo de otros modos: el odio, la ofensa, la maldad, el desprecio, la ira, la injuria.
En la perspectiva, completamente nueva, del Discurso de la Montaña cada falta de amor hacia el prójimo conlleva la misma culpabilidad del homicidio. De hecho, la cólera, la ira, el desprecio del otro, nacen de un corazón desprovisto de amor. Para Jesús no se infringe la Ley solamente matando, sino también con todas aquellas acciones que pretenden destruir o “frustrar” al otro.

¿Controlo los sentimientos negativos para con mi prójimo más próximo? ¿Pongo freno a la ira y a los enojos que no me dejan vivir cerca de Dios ni de mi hermano?

Jesús no trata la cuestión de quién está equivocado o quién tiene razón sino que quien “ofende al hermano o lo calumnia públicamente. El no reconoce valor al óbolo, al culto, a la oración y la misma celebración eucarística. Quien se ha separado del hermano también se ha separado de la relación con Dios.

¿Comprendo y vivo esta novedad en cuanto a la ley del amor? ¿Se buscar al que tiene algo contra mí? ¿Voy contra la susceptibilidad personal que me convence de que yo soy la víctima y con ese criterio justifica mi frialdad, mis distancias?

“Ve primero a reconciliarte”, sin aumentar la distancia. No es sólo cuestión de querer perdonar: es urgente reconstruir las relaciones fraternas porque el bien del hermano es el bien mío. Jesús dice: “Ve primero…” En primer lugar, antes de rezar, antes de dar, antes que el otro dé el primer paso, está el movimiento de mi corazón, de mi cuerpo hacia el otro.

¿Qué importancia le doy en mi vida diaria a la reconciliación con las personas que he roto en relaciones?
Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado; una vez hechos libres ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando una justicia que no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que, de hecho, crea para los otros espacios de un posible retorno a una vida auténtica?
¿Nos comprometemos a imitar la justicia de Dios, su gratuidad y su creatividad?

III. ORAMOS nuestra vida desde este texto:

Padre Dios, una vez más estoy aquí para pedirte me ayudes a comprender qué importante es el amor. Qué equivocado estoy cuando me detengo en prescripciones sin importancia y hago a un lado el amor, su vivencia, su proyección en mi vida personal y comunitaria.
Dame y danos a todos la fuerza de tu Espíritu para ser de verdad seguidores de tu Hijo. Que vivamos la alegría del amor que sabe de perdón, de reconstrucción, de generosa y pronta respuesta a las muchas necesidades de quienes tengo cerca. Que olvide las ofensas y las sane, que pida perdón cuando yo he sido la causa del distanciamiento. María, enséñanos a amar, como amó Jesús, tu Hijo, para que nuestra persona sea la prolongación de su infinito amor, en la medida de nuestros límites. ¡Así sea!

Essere con i giovani casa che evangelizza


Carissime Sorelle,

In questo tempo di preparazione immediata al prossimo CGXXIII, vi ho pensato molto. Si avverte una maggior sensibilità missionaria nell’Istituto e il bisogno di un risveglio missionario con l’audacia di Don Bosco e di Madre Mazzarello, per essere con i giovani, con i più bisognosi, CASA che evangelizza. «L’amore spinge all’esodo e ad uscire da sé verso nuove frontiere per farsi dono: “L’amore cresce attraverso l’amore”.» (Atti CG XXII 33)

L’amore di Cristo colma i nostri cuori e ci spinge ad evangelizzare (2Cor 5,14). Egli, oggi come allora, ci invia per le strade del mondo per proclamare il suo Vangelo a tutti i popoli della terra (cfr Mt 28,19). Nella quotidiana riscoperta del suo amore attinge forza e vigore l’impegno missionario di tutti i cristiani e in modo particolare di ogni FMA. La fede cresce quando è vissuta come esperienza di un amore ricevuto e quando viene comunicata come esperienza di grazia e di gioia.

«Quando la Chiesa non esce da se stessa per evangelizzare diviene autoreferenziale e allora si ammala (si pensi alla donna curva su se stessa del Vangelo). I mali che, nel trascorrere del tempo, affliggono le istituzioni ecclesiastiche hanno una radice nell’autoreferenzialità, in una sorta di narcisismo teologico. Nell’Apocalisse, Gesù dice che Lui sta sulla soglia e chiama. Evidentemente il testo si riferisce al fatto che Lui sta fuori dalla porta e bussa per entrare... Però a volte penso che Gesù bussi da dentro, perché lo lasciamo uscire. La Chiesa autoreferenziale pretende di tenere Gesù Cristo dentro di sé e non lo lascia uscire.» (Intervento del Cardinale Bergoglio durante le Congregazioni generali, marzo 2013)

Il tempo Quaresimale che si avvicina ci aiuti a mantenere fisso lo sguardo su Gesù Cristo, «Colui che dà origine alla fede e la porta a compimento» (Eb 12,2). Come a Mornese, il Signore conceda ad ogni FMA e all’intero Istituto l’ardore che lo rende disponibile ad annunciare ovunque la Buona Notizia del Regno, come gli Apostoli che per fede andarono nel mondo intero, seguendo il mandato di portare il Vangelo ad ogni creatura (cfr Mc 16,15) e, senza alcun timore, annunciarono a tutti la gioia della risurrezione di cui furono fedeli testimoni.

Il Signore, in quest’anno del CGXXIII ci doni un cuore casa aperta verso il mondo dei giovani, in modo particolari i poveri, i migranti, gli emarginati. Maria ci accompagni e continui ad indicarci i luoghi in cui il Figlio vuole essere riconosciuto, amato e annunciato.

In comunione e nella preghiera reciproca un fraterno abbraccio.
Sr. Alaíde Deretti
Consigliera per la Missione ad/inter gentes

8 febbraio 2014

LECTIO DIVINA, V Dom, T.O. Ciclo ‘A’ - (Mt 5,13-16)

El texto de este domingo forma parte del Sermón de la Montaña y es como el punto de unión entre la proclamación de las bienaventuranzas y la presentación de la Ley por parte de Jesús.
El Señor quiere que comprendamos la misión que tenemos como personas y como comunidad: ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16).
La sal existe para dar sabor a la comida. La luz existe para iluminar el camino. La comunidad y en ella cada uno de los bautizados existimos para servir. Cuando Mateo escribió su evangelio, la comunidad vivía una situación muy difícil. Ellos observaban fielmente la ley de Moisés, pero eran expulsadas de la sinagoga. Ellos sabían que habiendo venido el Mesías, la ley de Moisés estaba superada”. Pero esta convicción causaba tensiones e incertezas. La apertura de unos parecía criticar la observancia de otros, y viceversa. Este conflicto generó una crisis que llevó a cada cual a encerrarse en su propia posición.
Algunos querían avanzar, otros querían poner la lámpara bajo la mesa. Muchos se preguntaban: "Al final, ¿cuál es nuestra misión?" Recordando y actualizando las palabras de Jesús, el Evangelio de Mateo fue para ellos y para nosotros hoy una ayuda:

Seguimiento:

13. Ustedes son la sal de la tierra y la sal se vuelve desabrida, con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada, sino para echarla a la basura o para que la pise la gente.
14. Ustedes son luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro.
15. No se enciende una lámpara para ponerla debajo de uyn cajón. , sino para ponjerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa.
16. Así pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que ellos vean sus buenas obras, y den gloria al Padre de ustedes, que está en los cielos.

I. Lectura: entender lo que dice el texto fijándose en como lo dice.

Jesús habla con comparaciones, con metáforas para que sus oyentes comprendan lo que quiere decir.

1. “Ustedes son la sal de la tierra” (V. 13).
La sal tiene la doble virtud de estar en todo y de ser discreta: nadie habla de ella, a menos que haga falta o se haya echado en un platillo en exceso; la sal es, además, un buen conservante de los alimentos.
Cuando el Señor habla de la ‘sal de la tierra’ nos remite al mundo de la agricultura; en el oriente antiguo se agregaba sal al abono para darle más vigor, para hacerlo más fecundo.
La sal era usada para sazonar los alimentos y preservarlos de la corrupción. La sal también tenía una relación sagrada en los sacrificios: Echarás sal a todas las ofrendas. No omitirás nunca en la ofrenda la sal de la alianza de tu Dios. Todas las ofrendas llevarán sal. (Lv 13; ver: Ez 43, 24).
La sal en el Antiguo Testamento era símbolo de la Sabiduría y de la Ley; quizá haya que ver aquí la misión de los pequeños del Reino (ver Mateo 11,25), cuya misión es fertilizar el mundo con la praxis de Jesús: ‘sabiduría de Dios y plenitud de la Ley’.
El Evangelio contiene la verdadera sabiduría (sabiduría viene de sabor). El que encuentra esta sabiduría ha encontrado el verdadero tesoro, que se oculta a los sabios de este mundo y se les manifiesta a los pequeños.
Es la sabiduría de la cruz, que explica san Pablo en 1 Cor 1, 20ss. Cristo es fuerza y sabiduría de Dios. Podríamos decir: Cristo es la verdadera sal, que da la auténtica sabiduría. Donde no está Cristo, las cosas no tienen su verdadero sentido ni sabor.
Pero, ¡cuidado con la sal que el discípulo ofrece! Pues, puede hacerlo desde algo que no tiene sentido. Puede desvirtuar el Evangelio. Si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres (v. 13).

2. “Ustedes son la luz del mundo” (v. 14)
La luz existe para los demás: se consume, da calor e ilumina a los que están cerca.
La luz es para alumbrar la vida y el camino de los que están en la casa; se coloca sobre un candelero; no se le esconde debajo de una olla. Su finalidad es, sobre todo, alumbrar. El cristiano tiene la misión de ser luz para los demás.
Cristo es la luz del mundo (Ver: Jn 8, 12). Y el bautizado recibe también el cirio encendido, símbolo de Cristo resucitado, con esta recomendación: Camina siempre como hijo de la luz, a fin de que, perseverando en la fe, puedas salir con todos los santos ale encuentro del Señor.
Para concluir, las imágenes de la “sal” y de la “luz” se traducen en su equivalente concreto: “sus buenas obras”. La comunidad no se proyecta en el mundo por vanidad, sino porque esa es su misión; la finalidad última es la “gloria” del Padre.
Al fin y al cabo, lo que se verá en todas las formas de actuación de los discípulos de Jesús –si es que es auténtico- no será el protagonismo personal (de individuos o comunidades) sino el de Dios: se descubrirá que detrás de todo Dios mismo está en acción, amando responsablemente como Padre que es. El rostro del Padre “que está en los cielos”, y por lo tanto invisible para los que estamos en la tierra, se descubre en el rostro de los hijos que honran el apellido que llevan.
El cristiano, por ser portador de la luz de Cristo, ha de dar testimonio, con sus obras y palabras, de la fe que recibió en el bautismo.
Brille su luz delante de los hombres... para que den gloria al Padre (v. 16). Lo bueno que el cristiano realiza tiene tal finalidad: que todos los que lo ven se animen a glorificar al Señor con su propia vida. La luz del cristiano ilumina el camino del Evangelio.

II. Meditación: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

La idea de fondo en este texto evangélico es nuestra vida. La imagen de la sal que “se desvirtúa” (literalmente: “se vuelve insípida”), es símbolo de lo inutilidad.
En la Palestina antigua se arrojaba la basura en medio de la calle para tapar los huecos, mientras que la gente pasando la aplanaba. Esta comparación entre la sal y nosotros es una invitación para que personal y comunitariamente seamos activos, y aprovechemos el potencial que tenemos para no ser basura, sino para servir al estilo de Jesús..
El discípulo de Jesús ha de aprender, en contacto con Él, a saborear y sacarle jugo a la vida, para después enseñar a los demás. El Evangelio, bien entendido y vivido, da sabor a cada una de nuestras actitudes y actividades.
¿Sé lo que el Señor y los que viven conmigo esperan de mí, por ser su discípulo?
El cristiano está inmerso en los acontecimientos de la historia familiar, social, eclesial. No es alguien que se separa de la realidad. Ahí, metido en los sucesos diarios, ha de se ejercer su misión, siendo sal y luz.
¿Me intereso por lo que pasa o por lo que no pasa en mi ambiente?
¿Soy significativo para los que me rodean? Mi presencia dice que Cristo está ahí?
¿Mis palabras y actitudes sirven de referencia para quienes me tratan?
Con las imágenes de la vida cotidiana, sencillas y directas, Jesús hace saber cuál es la misión y la razón de ser de una comunidad cristiana: ‘ser sal y ser luz’. En los tiempos de Jesús, hacía mucho calor; la gente y los animales necesitaban la sal para no desidratarse.
Jesús evoca esta costumbre para aclarar a los discípulos y discípulas la misión que deben realizar. La gente iba consumiendo la sal que el abastecedor dejaba en grandes bloques en la plaza pública. Al final, lo que sobraba quedaba esparcido como polvo en tierra porque había perdido el gusto. “Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres”.
El cristiano está para “salar” la tierra, para dar sabor y sentido a la existencia humana.
¿Cómo realizo mi misión? ¿Qué tengo que cambiar en mi vida? Tal vez, en algunas ocasiones soy sal insípida y luz débil para los demás. Lo importante es significar para que quienes nos tratan se encuentren con Dios y sintiéndolo vivo y presente en sus vidas, realicen su vocación humano – cristiana.
La comparación es obvia. Cuando habla Jesús de la luz que se pone en el candelero se entiende que no se enciende una lámpara para colocarla bajo un celemín. Una ciudad situada en la cima de un monte no consigue quedar escondida. La comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe temer que aparezca el bien que hace. No lo hace para que la vean, pero lo que hace es posible que se vea. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Y así ha de ser la comunidad: no puede quedarse encerrada en sí misma. “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Con estas dos imágenes audaces y sorprendentes Jesús dice qué piensa y espera de sus seguidores. Pide que la comunidad de los creyentes no se encierre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Si bien es un grupo pequeño en medio de la sociedad, ha de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le falta al mundo.
Los sencillos entienden el lenguaje de Jesús. Sus discípulos se dan cuenta que tienen que contribuir para que la vida tenga sentido.
¿Somos una comunidad sal? ¿Qué tanto iluminamos a nuestro entorno?
¿Cómo nos ven? ¿Nuestra vida atrae? ¿Es señal? ¿De qué y para quiénes?
El Papa Francisco le pide a la Iglesia no se encierre en sí misma, ni se paralice por los miedos, alejándose de los problemas y sufrimientos. Él espera que ella dé sabor a la vida moderna y ofrezca la luz genuina del Evangelio. Su palabra de orden para todos los bautizados es: es “salgan a las periferias”.
Nos dice: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.
¿Qué implica el ir a las periferias para mí? ¿Cuáles serían esos espacios a los que no voy por tantos motivos y sin embargo me están necesitando?
La llamada de Francisco se dirige a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.
¿Qué importancia tiene para mí ‘encontrarme con el hermano, para que él encuentre en mí persona, en mis actitudes a Dios y viva es ‘encuentro definitivo que tano necesita para ser feliz?

III. ORAMOS nuestra vida desde este texto:

Dios Bueno, te pedimos que nos hagas sal y luz. Que el Evangelio nos cuestione y nos haga vivir lo que Cristo Jesús nos dice para significar en nuestros espacios.
Te pedimos que haya muchos y muchas verdaderos discípulos que al conocer tu Misterio, lo vivamos con más conciencia. Que descubramos el valor de la sal y de la luz, aunque nos cueste para iluminar el desconcierto que se crea por la crisis de valores que vivimos. . No permitas que nos confunda el mundo con sus falsas propuestas. No dejes que nos acobardemos ante las exigencias de tu seguimiento. Que como tu Hijo, Jesús, nuestro Hermano, sepamos ir donde Tú nos estás esperando, para darnos vida, y dárnosla en abundancia, porque muchos la están necesitando y en la medida que se las demos, Tú nos la aumentarás para seguir dándola. María, haznos capaces de ser sal y luz con Cristo y como Él. ¡Así sea!



Sulle strade del mondo...

"Caro Don Bosco donaci la tua mente, capace di sognare in grande per non conformarci alla mediocrità… donaci il tuo sguardo lungimirante come il tuo… salvaci dalla miopia… donaci il tuo cuore per amare e far sentire il tuo amore, dacci le tue mani operose che si sono date da fare per la vita dei giovani... dacci i tuoi piedi: tu sei stato un prete della strada, sei andato a trovare i ragazzi sulla strada, dacci la grazia di uscire dalla nostre strutture e ritornare all'incontro dei giovani li dove loro abitano sulla strada perché siano FELICI ORA e SEMPRE. Amen!" (Rettor Maggiore Vespri 30 gennaio 2014- duomo di Torino)

6 febbraio 2014

Adolphine Ndaya Bilonda misionera en Venezuela

Desde hacía dos años, a la provincia san Juan Bosco se le había anunciado la llegada de una misionera. ¡Una dicha y una gracia! La esperamos con el anhelo con el cual se espera un gran regalo. Sin embargo, los trámites de permisos y pasaporte tuvieron larga espera. Por fin, “como en los cuentos de hadas, llegó en las alas del viento” .
Es decir, el pasado 30 de enero llegó Don Bosco con su carga de alegría y esperanza y nos trajo el regalo, el milagro de nuestra querida misionera sor Adolphine Ndaya Bilonda.
Esta misionera nació en Tshilomba región de la República Democrática del Congo, territorio extenso de la región central de África. Zona de gran población católica, rica de recursos minerales y gran biodiversidad.
De sor Adolphine, sor Alaíde Deretti, Consejera encargada de las Misiones, nos hace la siguiente presentación:
"Sor Adolphine ha tenido dos hermanas religiosas de otra congregación, una de las religiosas ya murió. Tiene hermanos casados y sus padres ya están en el paraíso. Sor Adolphine tiene una hermana gemela que es una de las religiosas de la otra congregación. Ella ha desempeñado distintas responsabilidades: profesora, asistente de aspirantes, directora y sobretodo siempre ha sido una hermana entre hermanas. Posee una gran sensibilidad que la hace humana, respetuosa del ritmo de los demás,  atenta, paciente y serena. Es una mujer de Dios. Estas son algunas cosas que puedo decir, después ustedes descubrirán en el cotidiano su vida y su persona."
Sor Alaíde nos entrega un bello retrato. De nuestra parte, la acogemos con verdadero afecto fraterno y le deseamos pueda esparcir el carisma salesiano por las sendas misioneras y luego tenga el gozo de recoger una cosecha abundante.
La provincia está gozosa. El Señor ha sido bueno con nosotras y estamos alegres es por eso que durante la Eucaristía de la Fiesta de Don Bosco le agradecemos el regalo de la vida y vocación misionera de Adolphine, le ofrecemos su ser, Venezuela la patria que la acoge,  las manos y el corazón abierto de la Provincia como el espacio sagrado donde hacer realidad su vocación misionera.