El cura Solalinde, amenazado por denunciar la explotación de los clandestinos en ruta hacia EE UU, vuelve a su país tras un breve exilio de seguridad
Alejandro Solalinde no recuerda cuántas veces le han dicho o ha oído que lo van a matar. En abril una mujer se le acercó en un cajero y le confió que ya había un sicario contratado para él. Esta pista se unía a otras recientes y las autoridades le pidieron que saliese un tiempo de México para investigar las amenazas. Después de dos meses en Norteamérica y Europa, el cura Solalinde, de 67 años, regresa al albergue del Estado de Oaxaca donde hospeda y protege a los miles de inmigrantes centroamericanos que atraviesan su país hacia Estados Unidos expuestos a la trata de personas de las bandas criminales.
Pregunta. ¿Qué se ha descubierto sobre las amenazas que ha recibido?
Respuesta. Han empezado a salir nombre concretos de las supuestas personas responsables.
P. ¿Qué tipo de personas?
R. Allegadas al lavado de dinero y al narcotráfico, políticos, algún cacique…
P. ¿Políticos en ejercicio?
R. Algunos de ellos ya no están ejercicio, pero son poderes fácticos.
P. ¿A qué se deben las amenazas?
R. A que estoy estorbando. Ciudad Ixtepec [localidad donde tiene su albergue y parada del tren en el que viajan los indocumentados] es el lugar ideal para hacer negocio con los migrantes. Para ellos no son personas, son un botín al que se le puede sacar dinero con la trata, obligándolos a ejercer de sicarios, con la explotación sexual, con la extorsión… Por eso son tan codiciados.
P. ¿También tráfico de órganos?
R. Por supuesto. Todo lo que pueda suponer una ganancia a costa de los migrantes, lo van a hacer.
P. ¿Se siente inseguro?
R. Sí, mi situación es de riesgo, pero vuelvo porque no quiero hacer otra cosa en la vida más que la misión que Cristo me ha encomendado, que es estar con mis ovejitas. El pastor no corre cuando viene el lobo, y yo me voy a quedar con ellas hasta el final.
P. ¿Teme más la acción del crimen organizado o la omisión de las autoridades?
R. Quizás lo que más me entristece es la incomprensión de algunos sectores de la Iglesia Católica, que está ausente de todo esto. Se ha corrompido, se ha quedado cuidando sus estructuras, su administración, sus inmuebles y se ha olvidado de la gente de abajo.
P. ¿Nunca ha pensado en abandonar la Iglesia?
R. No, la Iglesia es parte de Jesús, aunque esta que tenemos hoy, rica, poderosa, servida, no es la que Cristo quiere. Cristo la quiere pobre, misionera, desprendida, cercana a los caminos.
P. ¿Lleva la cuenta de las veces que lo han amenazado?
R. La perdí.
P. Una vez dijo que su vida es un juego de naipes en el que alguientiene la última carta.
R. Sí, y siguen intentándolo de un forma, y otra, y otra… [Solalinde hace el gesto de echar cartas sobre la mesa, una a una]. La de abajo es la última y definitiva. Cuándo va a ser, no lo sé, pero estoy tranquilo. A mí me pueden matar cuando quieran, pero la causa de Dios va a seguir.
P. ¿Qué tipo de mafia hostiga a los inmigrantes? ¿Es un solo grupo?
R. Ciudad Ixtepec no ha sido tomada aún por ningún cártel. Se han aproximado los Zetas, el cártel del Golfo y el de Sinaloa, pero ninguno se ha posesionado del pueblo.
P. Ha afirmado que la policía está aliada con ellos.
R. Estuvo. Ahorita quedan algunas personas, pero el nuevo Gobernador [el PRD dirige Oaxaca desde 2010; antes lo hizo el PRI durante décadas] vigila a la policía y por primera vez se está procesado a policías judiciales, que antes eran intocables. Ellos eran los cerebros de los secuestros de los migrantes. Cuando estaba Ulises Ruiz [anterior gobernador, del PRI] era imposible. Yo llevaba pruebas al ministerio Público y ellos se encargaban de deshacerlas.
P. ¿Ha mejorado la situación de los inmigrantes?
R. Sí, porque se ha visibilizado su problema, la opinión pública se ha sensibilizado y los medios y los organismos internacionales están más al tanto. Ya no hay tanta opacidad como antes. Pero el Gobierno federal no ha definido una política a favor de los migrantes: se siente comprometido con Estados Unidos y cree que es lo mismo contener el flujo migratorio que atropellar los derechos humanos, como han hecho los agentes de migración.
P. ¿De qué manera lo han hecho?
R. De todas las formas posibles, la más vil por ejemplo: como oficiales, aseguran a los migrantes que van en un camión y luego los entregan a los secuestradores. Para estos funcionarios públicos el migrante es una tentación, porque pueden sacar dinero.
P. ¿Cuánto vale un inmigrante?
R. En un secuestro, entre 3.000 y 5.000 dólares. También sacan provecho con la trata, entregando a las redes delictivas a las centroamericanas.
P. ¿Qué ha hecho el PAN por resolver el problema en sus últimos 12 años de Gobierno, y qué espera a partir de ahora del PRI?
R. El peor momento de la criminalidad contra los migrantes, el máximo número de secuestros, tuvo lugar en el tiempo de Felipe Calderón. Pero ocurrió en Estados priistas, con la anuencia del Gobierno federal, eso sí, que lejos de sentir la tragedia humanitaria se dedicó a negarla. Del PRI espero poco. No está diseñado para ser democrático, está hecho para el poder, para concentrar el dinero. Lo primero que le diría es que se mire al espejo. No importa el incienso que se eche sobre sí mismo: que oiga lo que la gente piensa, que reconozca que no ha cambiado lo que quisiera y que sea inteligente y sepa leer los signos de los nuevos tiempos. México no es el mismo México de hace 12 años.
P. ¿Cómo se podría atajar la explotación de los clandestinos?
R. Debería haber una estrategia integral para la entrada ordenada y legal de migrantes. Si un centroamericano quiere pasar por México para entrar a Estados Unidos, debe haber el acuerdo con Estados Unidos de que esa persona va a ir a tocar a su puerta, pero también debe haber un acuerdo con los países de origen del migrante: si Estados Unidos no lo contrata, que haya un plan B en sus lugares de origen para que tenga una oportunidad de trabajo. Debe haber una corresponsabilidad de todos los gobiernos. Se tienen que sentar a platicar de este problema, no hay otro camino. No puede ser que Estados Unidos se encoja de hombros y diga, ‘¿sabes qué, México?, es tu problema, te doy un dinerito y ahí me arreglas como puedas?’.
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