Por ellos y a causa de ellos, arriesgamos nuestras vidas
28/07/2012 (Siria) - Son las 23
h. del jueves 26 de julio de 2012. Aquí en Alepo, durante el día ha hecho más
de 40 grados. A lo lejos, oigo los disparos. Estoy en mi habitación, en la
comunidad. Los hermanos Georges Hakim y Bahjat Azrie, también están en
comunidad. De hecho, hemos vuelto juntos hacia las 21 h. después de una jornada
inolvidable para los “Maristas Azules”.
Si miráis nuestras fotos, veréis
jóvenes y menos jóvenes con camisetas azules. ¿Recordáis cómo llamaba la gente
a los primeros hermanitos de María? Y bien, hemos querido poner esta campaña de
solidaridad bajo el tema « Marista azul » (https://www.facebook.com/MaristesAlep)
Alepo, nuestra ciudad y segunda
ciudad del país, capital económica, gran centro de comercio y de artesanado,
está muriendo. Está asfixiada desde hace más de una semana. La guerra se está
extendiendo por los barrios. La gente huye, se refugia, vagan, se instalan en
la calle, en los jardines públicos, en las escuelas, por todas partes. Los habitantes
reciben a sus parientes, las casas están abiertas… Falta el pan, falta la
electricidad, la gasolina, falta la leche, faltan las medicinas, lo único que
no falta es el fantasma de la guerra. Merodea, está por todas partes. Se siente
un olor nauseabundo por las calles…
La ciudad está circundada por
todos lados. Uno corre el riesgo de ser capturado y matado. La gente tiene
miedo… Un miedo que deprime, que paraliza, que mata. Y entonces, nos hemos
planteado la pregunta: ¿qué hacemos? ¿Escapar como ya lo han hecho tantas
familias? ¿Quedarnos paralizados en nuestro lugar? ¿Actuar? ¿Qué hacer?
En un primer momento, hemos
optado por continuar todas nuestras actividades. Hemos lanzado proyectos de
colonias de vacaciones, de actividades educativas… Pero muy lentamente, nos
hemos dado cuenta que el peligro era enorme, y que teníamos que detenernos.
Ésta fue la decisión del martes pasado: “Detengamos nuestras actividades”.
Pero detener nuestras actividades
no quiere decir absolutamente detener nuestra misión, es más bien buscar
juntos, laicos y hermanos, qué respuesta dar a las urgencias. La llamada del
último Capítulo general nos empujaba a salir hacia las personas desplazadas. En
el barrio de Jabal el Saydeh, donde trabajamos desde hace más de 25 años junto a
los más pobres, hemos encontrado gente todavía más pobre… ¡Los desplazados!
Hemos corrido hacia ellos, hacia
los niños, hacia las mujeres y los hombres… Los jóvenes han respondido
generosamente. Y es allí donde hemos pasado nuestra primera jornada.
Nos acogieron, los niños salieron
de los agujeros en los que se habían escondido. Eran una multitud, una masa…
Una pelota los entretuvo… Jugaron, bailaron, cantaron… cada uno de ellos es una
historia, una historia sagrada que se nos revelaba. Una pequeña que comparte su
dolor de ser huérfana… Un niño que ofrece desde el primer instante un lápiz a
un animador, « Habaytak », exclama, te he amado… Una niña se
transformará lentamente gracias a una mano que no la ha abandonado… Ella se
atreve a quitar las manos que tapaban sus oídos. Juega a la cuerda, sonríe...El
« cheikh » (Imam), viene para agradecernos… Alguien pregunta,
« ¿sois cristianos?” Un anciano se me acerca para abrazarme y decirme
« Choukran ». Yo no lo conozco, no sé su nombre, no sé porqué me
agradeció, pero hizo este gesto y un pacto de amor y de confianza se firmó en
ese momento… Las señoras escuchan a las mujeres. ¡Qué dignidad! No se quejan.
Se agradece a « Allah ». Pero ¡qué Evangelio viviente que estamos
viviendo!
Se nos plantea a menudo una
pregunta: “¿pensáis partir? ¿Volveréis?” Y se establece la confianza. Los niños
nos acompañan al mediodía, cuando nos vamos. Ellos cantan alrededor nuestro
como diciéndonos “¡quedaos, os queremos mucho”! Y a las 17 h. cuando volvemos,
ya están allí, la fiesta recomienza, el baile, los juegos, la sonrisa, la
felicidad.
Pero las necesidades nos acosan.
Las necesidades más básicas. En este mes de Ramadan, mes del ayuno para
nuestros hermanos musulmanes, las necesidades son enormes: pediatra, médico,
medicinas, leche, pañales, compresas higiénicas, jabón, detergente, colchones,
vestidos, alimentos…
Están repartidos en dos escuelas,
900 personas amontonadas. Y el flujo de gente sigue aumentando. Numerosas
familias (2000 personas) están instaladas en un parque público. Sufren el calor
pero no quieren ser alojados. Quizás, sueñan con despertarse una mañana para
volver a su casa… y sin embargo, este sueño parece hoy muy lejano, sin ninguna
esperanza de realizarse en lo inmediato, si es que todavía existe un lugar
donde estar “en casa”...
Y esta gente es una gota en un
mar de desplazados, de personas sin hogar, abandonadas… Pero para nosotros son
nombres: Zeinab, Moustapha, Ali, etc.... Son un rostro, son una historia, una
mirada, un poema… Por ellos y a causa de ellos, nosotros arriesgamos…
Sí, nosotros arriesgamos nuestras
vidas. Algunos jóvenes no cuentan con el apoyo de sus padres. ¡Algunos
voluntarios han organizado su hogar para realizar un gesto arriesgado! Todos,
sabemos el gran riesgo que es trabajar cuando las armas no callan.
Pero la sola sonrisa de un niño
¿no es suficiente para hacer caer todos nuestros temores?
H. Georges Sabé
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