Las matanzas no detendrán el testimonio del amor de Dios
¿Por qué tanta violencia contra los cristianos en ciertas partes del mundo?
¿Es posible que se trate solamente de motivaciones ideológicas? ¿O se
cree que se debe silenciar la voz de los cristianos porque van a
contracorriente frente a la tendencia hacia donde se dirige la humanidad? ¿O es
que representan una comunidad indefensa y, por consiguiente, fácil de
atacar sin correr muchos riesgos, para imponerse en el escenario mundial del
terror con fines políticos? ¿Es posible promover justicia y paz reconociendo
libertad de religión para todos? Y ¿cómo se pueden alcanzar objetivos de
igualdad global, a través de soluciones verdaderamente éticas de la crisis que
afecta al mundo? En una palabra, ¿cuál es la actualidad del «Bienaventurados
los artífices de paz» que propuso el Papa para la celebración de la Jornada
mundial de la paz de 2013? Preguntas
que puntualmente se vuelven a plantear cuando las noticias que llegan del
mundo - la última precisamente es del lunes 6 de agosto por la tarde y
habla de quince muertos causados por un nuevo ataque contra una iglesia
cristiana en Nigeria - aumentan la lista de muertos a causa de su fe y
demuestran la urgente actualidad de los continuos llamamientos a favor de la
paz lanzados por el Pontífice. Hemos buscado algunas respuestas en la
conversación con el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, presidente del Consejo
pontificio Justicia y paz, con el que hablamos de las dificultades que
atraviesan hoy los cristianos en varias partes del mundo. El cardenal –precisando que no quiere entrar en lo
que será el mensaje del Papa para la Jornada mundial de la paz de 2013 y que
sólo quiere expresar opiniones personales, maduradas durante su larga
experiencia pastoral vivida en contextos difíciles - ha ofrecido algunas
claves para interpretar la situación actual.
Los cristianos en el mundo cada vez con mayor frecuencia son objeto de
violencia, o incluso de persecución. ¿Cree usted que detrás de estos
episodios hay sólo motivaciones religiosas, o tal vez el motivo debe buscarse
en el hecho de que en algunos países los cristianos son blancos
indefensos y por tanto fáciles de alcanzar, y las matanzas se convierten
en instrumentos de presión para otras finalidades?
Eso es verdad, en parte. En
muchísimas situaciones los cristianos son objeto de violencia, a veces sufrida
físicamente, pero en ocasiones también psicológicamente. El objetivo,
seguramente, es lo que un cristiano representa. Un credo, un punto de
vista desde el cual se mira lo que acontece en el mundo, un estilo de vida que
tiene su propia identidad. Los que nos denigran dicen que pertenecemos en
cierto modo al Medioevo, al pasado, aunque no tienen nada que lo demuestre.
¿Los cristianos son un blanco sensible porque están indefensos y, por tanto
son fáciles de atacar?
Es difícil responder.
Ciertamente, en muchas partes del mundo, sobre todo en África, nuestras
iglesias están construidas no precisamente donde hay mayor densidad de
población. Más bien, se prefiere edificarlas en lugares más cercanos a las
misiones, a las casas de los sacerdotes, y los cristianos, para acudir a ellas,
deben realizar un pequeño viaje, como si fuera una pequeña peregrinación. En
cambio, las mezquitas de los musulmanes siempre están en lugares más
frecuentados, en medio de sus fieles. Por eso, probablemente, tal vez estamos
más indefensos. Pero yo diría que defenderse no forma parte de nuestra
naturaleza. Creemos que no debemos hacerlo a causa de nuestra religión. Creemos
en un Dios que no necesita ser defendido. Sólo necesita ser amado, conocido,
testimoniado. Nuestra pertenencia a la Iglesia no se alimenta de pensamientos
sobre cómo defendernos, sobre cómo imponer nuestro culto. Sólo pensamos en cómo
dar testimonio de Dios. Los demás tal vez tienen un punto de vista un poco
diferente al nuestro. Piensan que la religión es algo que se debe defender, que
su dios es un dios que se debe defender. No, este no es precisamente el modo de
concebir nuestra fe, nuestra misión. Las estructuras sociales de la Iglesia
están entre la gente, son para la gente, sin ningún tipo de distinciones.
Vivimos en medio del pueblo todos los días, para restituir esperanza, para
transmitir un mensaje de amor, el mensaje de Dios. Cuando debemos invocarlo en
algunos casos, sobre todo en mi África, lo hacemos juntos, a veces en lugares
apartados, para no molestar. Si otros por esto nos consideran débiles y
objetivos que se pueden atacar fácilmente, eso no significa que nos dejaremos
desalentar en el cumplimiento de nuestra misión: esta misión es y seguirá
siendo la de dar testimonio, convencidos de que en Dios no hay nada que temer.
Mario Ponzi
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