Todo el mundo celebra el Domingo Mundial de las Misiones, momento culminante de una corriente de animación y cooperación misionera que se hace a lo largo del año, pero más en el mes de “Octubre”, mes misionero por excelencia. Jesús sigue diciéndonos hoy como ayer: “Vayan por todo el mundo” (Mc 16, 15).
Jesús quiere que la actitud del creyente sea querer salir de sí para compartir la fe, don de Dios, hecha experiencia personal.
El DOMUND, Domingo Mundial de las Misiones, tiene textos propios para precisar en qué consiste la misión. Este día la Iglesia universal ora de manera particular por los misioneros y misioneras y hace efectiva su colaboración para con aquellos que están compartiendo su vida con los más pobres.
Este año se proclama el evangelio de San Marcos; sus versículos, en semejanza con el último capítulo de San Mateo presentan el mandato o envío de Jesús a los apóstoles, y en ellos a nosotros, pidiéndoles proclamen la Buena Noticia por el mundo.
En el año 1926 Pío XI estableció que el penúltimo domingo de octubre se celebrara en toda la Iglesia el “Domingo Mundial de las Misiones”, para mover a los católicos a amar y apoyar la causa misionera. Su finalidad es hacernos más responsables de la evangelización.
Los Territorios de Misión están confiados a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y dependen en gran medida de la labor de los misioneros y del sostenimiento económico de las Obras Misionales Pontificias. Mediante el DOMUND, la Iglesia, misionera por identidad, quiere que esta vocación sea comprendida y haga posible la extensión del Reino de Dios.
Los misioneros presentes en los cinco continentes se convierten en los Mensajeros de la Palabra; todavía hay muchos hermanos que no la conocen: “La mies es mucha y los operarios pocos” (Mt 9, 38).
Hay que tener en cuenta que:
El 92% de las diócesis de África son territorios de misión.
El 85% de las diócesis de Asia son territorios de misión.
El 57% de las de Oceanía son territorios de misión.
El 7% de las de América son territorios de misión.
El 2% de las diócesis de Europa son territorios de misión.
Seguimiento:
15. Y les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.
16. El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenará.
16. El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenará.
17. Y estas señales acompañarán a los que crean en mi nombre; echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas.
18. Tomarán con sus manos las serpientes y si beben algún veneno no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán”.
19. Así pues, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
20. Y los discípulos salieron a predicar a todas partes con la ayuda del Señor. El cual confirmaba su mensaje con las señales que lo acompañaban.
I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Jesús había elegido a sus continuadores (apóstoles y discípulos). Y ahora, Resucitado, les envía para que sigan realizando su misión: proclamar el Evangelio... bautizar.
Jesús fue llamando a los que Él quiso. Primero los hace discípulos, aprendices del Evangelio, para que estuvieran con Él (Mc 3, 14).
En la escuela y en la comunidad de Jesús, los llamados van aprendiendo qué es el Evangelio, cómo hay que vivirlo y cómo hay que trasmitirlo. Y los llamados van ejercitándose con Jesús para: ser discípulos, ser amigos, ser apóstoles, misioneros, enviados y ser testigos, mártires por el Evangelio.
Cristo fue enviado por el Padre a “evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos” (Lc 4, 18), “para buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana (Vaticano II, Lumen gentium, 8).
La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre (Lumen gentium, 2).
Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra (Hch 2, 8). Por eso, hace suyas las palabras del apóstol: ¡Ay de mi si no evangelizare! (1 Cor 9, 26), y sigue incesantemente enviando a quien evangelice, mientras no estén plenamente establecidas las Iglesias recién fundadas y ellas, a su vez, continúen la obra evangelizadora (Lumen gentium, 17).
Todo cristiano es misionero.
Por ser bautizado, el cristiano es: sacerdote, profeta y rey.
1. Sacerdote: para ofrecer su vida, unida a la entrega de Jesús, en favor de los demás;
2. Profeta: para vivir y predicar la Palabra;
3. Rey: para servir en la caridad a los humanos y formar comunidad.
El bautizado ha de ser testigo (mártir) de su vida y obras ante la sociedad, para hacer creíble su mensaje y la salvación de la que es intermediario.
¿Cómo va a ser misionero hoy, aquí?
II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida
Los fieles cristianos laicos, juntamente con quienes han recibido el sacramento del orden y con quienes han asumido el estado de vida religiosa por los consejos evangélicos, constituyen la Iglesia de Jesucristo. A través de ellos y de su testimonio, insertado en las actividades temporales, la Iglesia se hace Sacramento universal de salvación para el mundo (LG, 48). Por tanto, el laico tiene una misión en la Iglesia y en el mundo como la tienen el religios@ y el sacerdote.
Los misioneros anuncian el Evangelio a quienes aún no conocen a Jesús para que, si reciben la gracia de la conversión, puedan incorporarse a la Iglesia por el Bautismo y asumen la responsabilidad de impulsar proyectos educativos, sanitarios y de promoción social de las personas y pueblos que atienden.
¿Soy consciente del llamado que Jesús me ha hecho?
La vocación cristiana es una llamada a la santidad y a la misión. Además de la vocación misionera general de todo cristiano, existe una vocación misionera específica. "Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere para que lo acompañen y los envía a predicar a las gentes" (AG 23).
Los misioneros, sacerdotes, religios@, y laicos que han sido enviados, por un periodo largo de tiempo o para toda la vida, a países donde aún no se conoce el Evangelio son Misioneros Ad Gentes. Este nombre es muy evidente: Misioneros entre las gentes
¿Qué medios tengo a mi alcance para vivir mi misión? ¿Cómo colaboro con Jesús?
Jesús es el Misionero por excelencia: El Padre lo envió y a su vez, Él envía a sus apóstoles: “Yo los he enviado al mundo como Tú, Padre, me enviaste a mí” (Jn 17, 18);
¿Cómo vivo mi vocación misionera? Aprendo de Jesús a darle a la misión un lugar especial en lo que soy y en lo que hago?
Jesús es, el primer enviado, el primer misionero tuvo bien clara su vocación: “ Yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y su voluntad es que yo no pierda a ninguno de los que Él me ha dado, sino que lo resucite en el último día” (Jn 6, 38-39).
¿Qué tan capaz soy de compartir mi fe con quienes tengo cerca?
El amor de Dios hizo posible la entrega de su Hijo por nosotros: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo.... no para condenarlo sino para salvarlo por medio de él” (Jn 3, 16-17).
¿He vivido experiencias misioneras? ¿Qué me han dejado?
Si no las he tenido, ¿por qué me he detenido si el “Vayan” que Jesús dijo a sus apóstoles también lo dice a cada bautizado?
Jesús ha realizado la tarea que el Padre le encomendó: la salvación de todo el cosmos por su entrega generosa, hasta la muerte de cruz.
¿Qué significa tener espiritualidad misionera?
Ser discípulo misionero es un proceso que abraza toda la vida, lo que somos y hacemos. El seguimiento de Cristo nos pide una continua conversión, para hacer a menos de aquello que nos aparta de Él y de nuestros hermanos. Al vivir el discipulado, la conversión logramos la comunión, y nos disponemos a la misión.
El Documento de Aparecida hace un feliz binomio: discipulado - misionero. Cómo cambiaría el mundo si los bautizados nos decidiéramos a ser discípulos –misioneros. Pidámosle a María Santísima, que es la estrella de la Evangelización que nos conce-valor para decidirnos a misionar. Los primeros cristianos dieron todo para que la Buena Noticia llegara a todo el mundo conocido. Hoy tenemos el gran reto: Hacer presente a Cristo y su Palabra en los lugares donde nos encontramos.
III: ORAMOS este texto desde nuestra vida:
Padre Dios:
¡AMÉN!
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