Miles de personas marcharon ayer contra la intolerancia religiosa en
la playa de Copacabana de Río de Janeiro, en una iniciativa de la comunidad de
cultos afro-brasileños para denunciar una creciente persecución en su
contra desde la llegada de los evangélicos.
Vestidos con los trajes tradicionales de su fe, líderes de las religiones
afro-brasileña, católica, musulmana, judía, espiritista, protestante, budista,
baha'i, entre otras reiteraron que esta movilización es "fundamental para
la democracia".
En la popular playa, los tambores de Candomblé - una religión traída a
Brasil en el siglo XVI por esclavos de África occidental - sonaba con fuerza,
mientras que un poco más lejos, adeptos al Hare Krishna bailaban en un círculo.
"Durante 25 años sostuvimos la Biblia en la cabeza. Ahora, nuestros
niños son tratados de seguidores del diablo", lamentó Ivanir dos Santos,
organizador de la Marcha por la libertad religiosa, en declaraciones a la
AFP.
Este "babalao" (padre de los secretos) de Candomblé afirmó que
quería atraer la atención de todo el mundo.
"La religión en motivo de guerra en todo el mundo, pero aquí recogemos
de todas las religiones su voluntad de diálogo debido a que la
intolerancia religiosa genera racismo y amenaza a la democracia", estimó
Dos Santos.
En el gigante sudamericano, en donde 80 millones de sus habitantes son
de raza negra o mestiza (45%), las iglesias evangélicas proliferan entre
los más pobres y "demonizan los cultos de origen africano con el objetivo
de ganar adeptos", según el antropólogo José Flavio Pessoa de Barros, de
la Universidad federal de Río de Janeiro.
Desde la primera marcha en el 2008, los seguidores del Candomblé y Umbanda
han recibido el apoyo de otras religiones.
Más de 500 representantes de Baha'is son perseguidos en Irán, una de las
razones de este culto para apoyar la marcha, dijo Roberto Iradj, representante
de esa comunidad en Brasil. (Rd/Agencias)
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