13 marzo 2013

Lectio Divina
Ciclo C 5º. Domingo de Cuaresma (Jn 8, 1-11)

El Evangelio de hoy nos invita a meditar el encuentro de Jesús con la mujer que iba a ser lapidada. Él incomodaba a las autoridades religiosas. Por esto, las autoridades procuraban todos los medios posibles para acusarlo y eliminarlo. Le traen delante a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Bajo la apariencia de fidelidad a la ley, usan a la mujer para esgrimir argumentos en contra de Jesús.
Hoy también, bajo la apariencia de fidelidad a las leyes de la iglesia, muchas personas son marginadas y se retiran de la comunidad porque no encuentran quién las comprenda y las acompañe en un proceso de recuperación.

Seguimiento:

1. Jesús, por su parte se fue al monte de los olivos.
2. Al amanecer estaba ya nuevamente en el templo. Toda la gente acudía a Él, y Él se sentaba para enseñarles.
3. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio.
4. Le dijeron: Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto.
5. En un caso como éste, la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú, ¿qué dices?
6. Le hacían esa pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo.
7. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra”.
8. Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo.
9. Al oir esas palabras se fueron retirando uno tras otro, comenzando con los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante Él.
10. Entonces se enderezó y le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?”
11. Ella contestó: “Ninguno, Señor” y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”.

I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

Jesús se fue para el Monte de los Olivos. Allí había un huerto donde Él pasaba la noche en oración. La gente acudía pronto para poderle escuchar. Se sentaban alrededor de Jesús y Él les enseñaba.
¿Qué enseñaba Jesús? Tiene que haber sido algo muy bonito, porque la gente acudía al amanecer para escucharle.
Los escribas preparan una trampa para Él. De repente, llegaron los escribas y los fariseos, trayendo consigo a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. La ponen en medio. Según la ley, esta persona debería ser apedreada (Lv 20,10; Dt 22,22.24).
Ellos preguntan "¿Tú qué dices?" Era una trampa. Si Jesús hubiera dicho: "¡Aplicar la ley!", ellos hubiesen pensado y dicho: “¡No es tan bueno como parece, porque manda matar a la pobre mujer!”.
Y si dijera: "No la maten", hubieran dicho "¡No es buen cumplidor de la ley!" Bajo la apariencia de fidelidad a Dios, ellos manipulan la Ley y usan a la persona de la mujer para poder acusar a Jesús.
La reacción de Jesús fue muy genial. Se puso a escribir en la tierra. Parecía un callejón sin salida. Pero Él no se dejó llevar por los nervios. Por el contrario. Calmadamente, siendo dueño de la situación, se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Los nervios se adueñaron de sus adversarios, e insistieron pidiéndole que les dijera qué pensaba que se debía hacer.
Jesús se levantó y dijo: "¡Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra!" Inclinándose volvió a escribir en la tierra. Jesús no discutió la Ley.
Cambia el punto del juicio. En vez de permitir que ellos coloquen la luz de la ley por encima de la mujer para condenarla, les pide que se examinen a la luz de lo que la ley les exige a ellos.
La acción simbólica de escribir en la tierra lo aclara todo. La palabra de la Ley de Dios tiene consistencia. Una palabra escrita en la tierra no la tiene. La lluvia o el viento la eliminan. El perdón de Dios elimina el pecado identificado y denunciado por la ley.
Jesús y la mujer. El gesto y la respuesta de Jesús derriban a los adversarios. Los fariseos y los escribas se retiraron avergonzados, uno después del otro, comenzando por los más ancianos.
Aconteció algo no imaginado por ellos. La persona condenada por la Ley no fue la mujer, sino ellos mismos, que se creían muy fieles. Jesús se quedó solo con la mujer en medio del círculo. Se levantó y la miró: "Mujer, ¿dónde están? ¡Nadie te ha condenado!" Y ella respondió: "¡Nadie, Señor!" Y Jesús le dijo para darle valor: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más."

II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vidala vida

No se sabe bien porque Jesús se haya puesto a escribir en la tierra, lo cierto es que en Él no hay agresividad ni fanatismo. Jesús no se precipita a dar opiniones. Más bien invita a una serena reflexión.
¿Cómo somos cuando tenemos que dar una opinión? ¿Qué tanto ponemos por encima de nuestros intereses el amor al hermanos que es enjuiciado?
Jesús no permite que alguien use la ley de Dios para condenar al hermano o a la hermana, cuando el acusador es pecador. Este episodio, mejor que cualquier otro, revela que Jesús es la luz que hace aparecer la verdad. El hace aparecer lo que existe de escondido en las personas, en lo más íntimo de cada uno de nosotros. A la luz de su Palabra, los que parecían los defensores de la ley, se revelan llenos de pecado y ellos mismos lo reconocen, pues se van comenzando por los más viejos.
¡Cuántas veces nos sentimos mejor que los demás! ¡Cuántos de nosotros subrayamos con el dedo a quienes juzgamos pecadores y merecedores de castigos! ¡Cómo es injusto nuestro criterio, buscando quedar libres de culpa, culpando a quienes sabemos que son inocentes!
Esta situación se da no solo en el tribunal, sino en la vida diaria, en nuestras familias, en nuestros ambientes de trabajo y apostolado. Nos cuesta mucho hablar a favor del más desprotegido y nos ensañamos contra quien no nos secunda en nuestros malos manejos…
La mujer, considerada culpable y merecedora de pena de muerte, fue dignificada por Jesús Él la pone de pie, la absuelve, la redime y dignifica (cf. Jn 3,19-21).
Que lección nos da Jesús. ¿Por qué nos cuesta tanto ser como Él y hacer lo que Él hizo no solo con la mujer adúltera, sino con todos los que sufren las injusticias? ¿No será que no hemos entendido la Ley del Amor y la relación que existe entre el amor y el perdón?
¿No es verdad que muchas veces somos farisaicos? Nos decimos cumplidores de la Ley, pero desconocemos la más importantes de las leyes: EL AMOR.
Creemos que no tenemos nada que nos echen en cara, cuando nosotros sabemos que muchas veces hemos caído en errores y faltas que van contra la dignidad de nuestros hermanos. ¿Qué podemos hacer en esta cuaresma para devolverle su honra a quienes se las hemos quitado?
Jesús fue el único ser capaz de ser libre ante los condicionamientos de la ley y del poder opresivo. Estuvo siempre a favor de la persona, de su dignidad, de su vida…

III. Oramos nuestra vida desde este texto:

Padre Dios, gracias porque nos invitas a vivir la Ley del amor y nos das como Maestro a seguir en esta tarea a tu Hijo Único, y Hermano nuestro. Concédenos crecer en compasión y comprensión. Que sepamos darle al hermano que ha caído una nueva oportunidad.
Que creamos en sus deseos de ser mejor y le ayudemos en la medida de nuestras posibilidades, como Tú nos ayudas siempre.
Concédenos ser cada día más sensibles, más hermanos y menos jueces de quienes necesitan el amor como respuesta a tanto desamor en el que han vivido. María, tú que engendraste a Cristo Jesús y le diste la capacidad de ser un hombre diferente y lleno de Dios, intercede ante Él, por nosotros, sus hermanos para que sepamos amar. ¡Así sea!


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