(AF) Gracias a la experiencia de evangelización, misión, oración, testimonio y caridad de las Iglesias jóvenes, deseamos que toda la Iglesia vuelva a encender su pasión por Cristo y por el anuncio de su Evangelio”, ha subrayado Su Exc. Mons. Protase Rugambwa, Secretario adjunto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Presidente de las Obras Misionales Pontificias (OMP), en su discurso ante la Asamblea general de las OMP, que se está celebrando en Roma, sobre el tema “Despertar la conciencia de la misión hoy. Las OMP al servicio de las Iglesias jóvenes”.
El arzobispo ha retomado y reiterado una afirmación suya de hace tres años, cuando participó por primera vez la Asamblea General: “Las OMP tienen razón de existir sólo si conservan celosamente su especificidad propia: animación, formación, cooperación con las Iglesias locales para la Missio ad Gentes. No somos una de las muchas agencias de caridad que recogen fondos para los países emergentes. Lo que caracteriza nuestro servicio es la primera evangelización, su carácter universal”.
El año del centenario de una de las cuatro Obras Misionales Pontificias, la Pontificia Unión Misionera (PUM), nacida de la intuición del Beato Paolo Manna, “para que todos los bautizados fueran sensibles, apasionados e informados sobre su compromiso misionero Ad Gentes”, caracteriza la Asamblea de este año. Mons. Rugambwa ha reiterado la necesidad de un replanteamiento, una reforma de la PUM, en su papel de “alma” de todas las OMP, como la definía el Beato Papa Pablo VI. “Esta indicación acertada – ha dicho el Arzobispo - nos convence de que no sólo se debe pensar y renovar la PUM como un proceso gradual realizado entre todos juntos, sobre todo con las otras tres obras Pontificia, sino que además este proceso debe ser beneficioso para su trabajo y su identidad, fuertemente ligada al apoyo financiero de las Iglesias misioneras”. Por lo tanto, ha instado a “no temer” el dejarse renovar por el espíritu: “En el contexto de una 'Ecclesia semper reformanda', las OMP, gracias a los cien años de la PUM, tampoco tienen que temer los vientos que invitan a la conversión, a la reforma, a morir para resucitar”.
Después de dibujar una imagen panorámica de las principales actividades realizadas por los Secretariados Generales durante el año pasado y de indicar algunas etapas futuras, el Presidente de las OMP ha concluido su discurso con estas palabras: “Como el sembrador, preocupado solo de la calidad de la semilla, de la buena preparación del terreno y de la buena calidad de su trabajo, esperamos el buen fruto del Espíritu que siempre nos renueva y nos hace vigilantes, atentos a los signos de los tiempos, a la necesidad constante de conversión personal y a la valiente reforma de las estructuras al servicio de la misión y de la salvación de todo el mundo”.
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