21 settembre 2013

LECTIO DIVINA, Dom XXV, Ciclo ‘C’ (Lc 15, 1-32)

Juan José Bartolomé, sdb

No concuerda bien con la imagen que nos hacemos de Jesús el que un día se atreviese a proponer a sus discípulos como ejemplo a seguir la conducta deshonesta de un administrador infiel: poco hay que aprender de un hombre que derrochó los bienes que se le habían confiado y que, antes de dar cuenta de su gestión, labró su futuro personal a base de empobrecer a su dueño.
El dinero de su señor le sirvió para asegurarse la benevolencia de los deudores de su señor. Perdonar deudas ajenas es una bonita manera de hacerse amigos propios. Es comprensible que una persona tan 'lista' nos caiga simpática; podríamos incluso envidiar en secreto su actuación, pero difícilmente nos atreveríamos a elogiarla en público ni, mucho menos, llegaríamos a presentarla como ejemplo a seguir. ¿Qué es, entonces, lo que quería Jesús exactamente enseñar a sus discípulos?

SEGUIMIENTO:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:"¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa."
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien cargas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Indudablemente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo les digo: Gánense amigos con los bienes de este mundo, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también lo es en lo mucho. Y el que es injusto en lo poco, lo es también en lo mucho.
Pues si no fueron de fiar en los bienes de este mundo, ¿quién les confiará el verdadero bien?
Y si no fueron de fiar administrando bienes ajenos, ¿Quién les confiará lo que es de ustedes?
Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará a otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No pueden servir Dios y al dinero.

LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

La enseñanza de Jesús, dirigida a sus discípulos en exclusiva, no está motivada previamente. Tiene dos partes: la parábola del administrador injusto (Lc 16,1-8) y un comentario que aplica a la vida de los oyentes el mensaje de la parábola (Lc 16,9-13).
La parábola, que alaba expresamente la astucia de un gestor corrupto, lo que menos produce es duda y asombro. No hay mucho que elogiar en quien falsifica los balances con el fin de asegurarse una buena vida.
Es entendida la historia, Jesús no da por buena una actuación a todas luces deshonesta, sino la prontitud y sagacidad en reaccionar del administrador ante la inevitable desgracia de verse pronto despedido.
En realidad, el gerente no hizo ni más ni menos que lo que siempre hacía, derrochar los bienes de su amo. Pero además de confirmar su descarada indecencia tuvo reflejos y astucia suficiente para afrontar la desventura que le estaba por sobrevenir.
Jesús no alaba, pues, un comportamiento desvergonzado e injusto sino la rápida reacción y la imaginativa solución que sabe dar a su problema. Jesús concluye, eso sí, con un cierto pesimismo que tiene que darnos que pensar: los hijos de este mundo son más listos que los hijos de la luz; saben ganarse amigos y un porvenir con lo que tienen a mano, aunque no les pertenezca.
Con unas cuantas afirmaciones, que no se compaginan bien entre sí ni hacen más comprensible el mensaje de la parábola, Jesús continúa su enseñanza, alejándose paulatinamente de su sentido central.
En contraste con el administrador infiel, sus discípulos han de ser honrados manejando lo poco que tienen; no serán dignos de confianza ni recibirán mayores dones, si no fueron leales en lo pequeño. Y lo que es más sorprendente: para recibir lo que se nos debe, lo propio, ha que haberse mostrado justo con lo que no nos pertenecía.
Jesús culmina su instrucción rebasando con creces el tema del discurso. Ya no se trata de administrar bien o no los bienes de otros sino de que entre los bienes, de los demás o míos, y Dios se da una irreconciliable oposición.
Una cosa es el manejo de los bienes ajenos y otra, muy distinta, es dejarse manejar por Dios.
Como un siervo no puede tener más que un señor, el discípulo no puede servir más que a Dios. Aunque sea de paso, hay que advertir la capacidad de embaucar, y encadenar, al hombre que tiene el dinero, pues se le contrapone nada menos que a Dios. Los mejores bienes son el peor enemigo del Bien supremo.

II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

Jesús, nos sorprende con esta parábola sólo si se la separa de su intención básica: Jesús no alaba la astucia del gerente infiel, su engaño y despilfarro.
En realidad, disponiendo de lo que no es suyo por última vez no hace más que confirmar lo que siempre había hecho y explicar el castigo que recibe. La astucia del mal gestor no estuvo en reservarse para sí bienes ajenos. Fue infiel hasta el final, pero previsor: se las agenció para tener amigos en tiempo de desgracia.
Lo que debemos aprender como cristianos, es la necesidad de recordar nuestras responsabilidades. Debemos dar razón de cuanto se puso en nuestras manos y es mejor que nos sepamos manejar con la misma astucia que el administrador; nada de lo que tenemos es propio la vida es otro bien ajeno y en algún momento tenemos que dar razón por ella.
Cuantas veces no nos damos cuenta de lo valioso que es nuestra vida, de lo importante que es poder ver un amanecer, y cuantas veces nos quejamos del porque nos da tanto la luz del sol, que no tenemos el suficiente dinero para poder gastar y decimos que no tenemos riqueza alguna, y nos damos cuenta que la teníamos cuando desgraciadamente no volvemos a ver una puesta de sol. ¿Nos hemos dado cuanta algún día de la riqueza que tenemos en nuestra propia vida, con cosas tan cotidianas como el dar un abrazo, mirar la puesta del sol, o sentir el abrazo de un hijo?
Jesús nos quiere enseñar que todos gestionamos bienes que no son propios, que no los hemos originado nosotros y que no nos pertenecen.
¿Por qué dejamos de sentirnos agradecidos por lo que hemos recibido?, nunca hemos estado del todo conformes con lo que tenemos, siempre nos preguntamos el ¿Por qué tan poco tenemos?, o simplemente cuantas veces nos quejamos por cuanto llueve, sin darnos cuenta de que en algunas partes rezan porque pueda llover y poder tener una buena cosecha.
Pero deberíamos de tener una buena administración, y esto nos debería ponernos en que pensar; para poder ser alabados por el Señor. Hay que saber prevenir, con prontitud e imaginación; hay que arriesgar el presente del que se dispone con tal de asegurarnos el futuro que no está en nuestras manos.
Jesús, quiere que como hijos suyos tengamos astucia y perspicacia: los hijos de la luz no deben dormir, sólo porque administran bien los bienes recibidos de su Señor. No quiere Jesús infidelidad en los suyos – en la parábola, el infiel, aunque alabado, es ‘condenado’ -; exige, eso sí, madurez y carácter. ¡No basta la honestidad, se requiere astucia para ser hijo de la luz!
Debemos estar preparados para pensar que siempre en la vida vamos a depender de algo o de alguien, debemos saber sembrar para poder cosechar, cuantas veces hacemos menos a gente que en algún momento se nos acerca para que podamos apoyarlas, y nosotros simplemente los despreciamos porque no tienen que darnos a cambio, pensemos que en algún momento podemos estar en su lugar y esa persona a la cual en este momento despreciamos, en algún momento nos puede apoyar.
El comentario a la parábola (Lc 16,9-13) ayuda a su comprensión, quien no ha sabido administrar en lo poco, tampoco lo será en lo mucho, porque si no somos dignos de poder administrar lo poco que nos da Dios, conque confianza nos da algo mas para podrá dar algo mas. No seremos dignos de poder recibirlos. Dios piensa en darle más a quien logra administrar poco.
Seamos responsables de saber dar el fruto de lo que nos confiaron al ponerlo en nuestras manos, que aprendamos a dar cuentas de cada cosa que nos confían.
Es evidente que Jesús no elogió la irresponsabilidad del administrador, cuando derrochó los bienes de su amo; ni tampoco su desvergüenza, cuando, una vez descubierto y despedido, rebajó la deuda de su señor para congraciarse con los deudores: el administrador infiel es ejemplo para los hijos de la luz por su astucia; supo prepararse para la desgracia por venir granjeándose la gratitud de los endeudados con su amo; si antes había malgastado el dinero ajeno sin pensar en su futuro, ahora se sabía en la calle, podría, por lo menos, contar con la hospitalidad de todos aquellos a quienes había condonado la deuda de su señor; antes la mala administración no le había cosechado amistades, sin cambiar su pésima gestión se decide a beneficiar ahora aquellos de los que espera recibir beneficio.
No fue muy fiel, pero tampoco tonto, ese administrador. Se ganó amigos con el dinero injusto: por su astucia al prepararse un futuro, sin bienes de los que disponer pero con amigos a los que acudir, el administrador infiel fue considerado por Jesús como ejemplo para sus discípulos. Sin duda, no quería Jesús que sus discípulos copiaran del administrador su repetida deshonestidad ni la falta de escrúpulos, sino la imaginación que empleó para buscar una salida a su situación desesperada y la rapidez con que la llevó a efectuarlo.

III. OREMOS nuestra vida desde este texto.

Dios Bueno, queremos pedirte que nos ayudes a vivir una verdadera conversión. Tú nos conoces bien y sabes que también hemos robado. Nos hemos quedado con lo que no era nuestro, lo hemos escondido, lo hemos malgastado.
Desde hoy queremos cambiar, ser justos y amar de verdad. Nuestra vida en tus manos es poca, pero en tus manos se convertirá en barriles de aceite, medidas de grano, consolación y alimento para mis hermanos y mis hermanas que tienen hambre.
Enséñanos a ver nuestra vida como un don, multiplicando y compartiendo con los demás como lo hizo tu Hijo Jesús. Queremos ser justos, ayúdanos con tu Espíritu. ¡Así sea!

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