Dom. XXII T. O.
Marcos (7,1-8.14-15.21-23)
Juan José Bartolomé, sdb
El Evangelio del Domingo 22º del Tiempo Ordinario describe las costumbres religiosas de la época de Jesús; habla de las enseñanzas que el pueblo recibía de los fariseos, contrastando con las de Jesús, que tenían una pedagogía muy diversa y sobre todo con un objetivo muy distinto: favorecer el encuentro con Dios.
Los fariseos difundían con sus enseñanzas el miedo; se hacían las cosas por costumbre; veían pecado en todo y sobre abundaban las amenazas y la posibilidad de ir al infierno.
Encontrémonos esta semana con Jesús, con sus sabias palabras. No entenderíamos este evangelio si lo redujéramos a una simple cuestión de urbanidad. Jesús no se enfrascó en una controversia con los fariseos sólo para liberar a sus discípulos de una norma de buena conducta. Sus palabras son también para nosotros una llamada urgente a la conversión. Hagámoslas vida personal y comunitariamente.
Seguimiento:
1. Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas,
3. -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,
4. y al regresar de la plaza, no comen si no se bañan; hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas.
5. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan a Jesús: « ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? »
6. Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
7. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres».
14. Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Óiganme todos y entiendan.
15. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que lo contamina.
21. Porque del corazón de los hombres salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
22. adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.
23. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»
LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Nuestro texto hace una selección y omite algunos versículos para hacerlo que siendo menos largo lo podamos comprender mejor. La palabra fariseo significaba ‘separado'.
Jesús fue rechazado por sus paisanos (Mc 6,1-6), se lanzó a evangelizar por tierras de Genesaret: envió por vez primera a sus discípulos (Mc 6,7-13) y realizó verdaderos prodigios (Mc 6,30-44.45-53), conociendo un éxito sin precedentes (Mc 6,54-56).
Como contrapunto, algunos escribas procedentes de Jerusalén criticaban la forma descuidada como los discípulos comían (Mc 7,2), porque no respetaban los usos y costumbres tradicionales (Mc 7,5). El narrador tiene que explicar a sus primeros lectores, ajenos a la problemática, el motivo de la discusión (Mc 7,3-4). La respuesta de Jesús, que la versión litúrgica nos presenta, se centra no en cómo comer y conservarse puro, sino en ser siempre puro, se coma o no. Jesús pasa de la preocupación por guardar una pureza exterior/ y visible al deber de vivir en pureza de corazón.
Ellos procuraban la observancia perfecta de las leyes de la pureza, para que la gente los siguiera, y se consideraban separados y santos, por cumplir de manera fría la Ley y la Tradición.
Marcos denuncia cómo los fariseos vaciaban de contenido el mandamiento más grande de la Ley de Dios; ellos hablaban del deber ser, que no correspondía a su manera de actuar..
Jesús citó a Isaías en sus palabras fue más allá de cuanto estaba en discusión y desveló que ese afán por comer bien lavados y lavando todo utensilio, no era más que culto vano, ‘sin corazón’, sin obediencia. Los fariseos se quedaron atónitos y se sintieron maltratados por sus palabras (Mc 7,7-7).
Jesús dijo a sus apóstoles cómo vivir con coherencia, marcando la diferencia con esos hombres que se creían buenos por cumplir algunos preceptos solo en apariencia.
Marcos había ya habado de este tema en el capítulo 1, versículos 23 al 28, cuando Jesús arrojó un demonio impuro y cuando curó a un leproso, (1,40-45).
En el capítulo 5, versículos 25 al 34, cuando curó a una mujer considerada impura por su pueblo. Tocando a los enfermos les decía con su actitud que no tenía miedo de contaminarse.
En el capítulo 7, profundizó el concepto de pureza y sus leyes para que sus oyentes, considerando especialmente a sus discípulos y a la gran multitud que lo seguía, comprendiera la importancia de las normas y tradiciones de Israel.
Los judíos tenían prohibido entrar en contacto con otros paganos y comer con ellos. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, algunos judíos convertidos decían: “¡Ahora que somos cristianos debemos abandonar las antiguas usanzas que nos separan de los paganos convertidos!”.
Algunos de ellos no comprendía cómo debían observar las leyes relativas a la pureza. Jesús quería que sus seguidores vencieran los escrúpulos, que estuvieran abiertos a la relación con todos, actuando con libertad y sobre todo comprendiendo que el amor, la única de las leyes que se tiene que vivir siempre y para con Dios y con los hermanos.
MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
Los fariseos y algunos escribas veían que los discípulos de Jesús comían el pan sin lavarse las manos. Querían controlar a Jesús y a los suyos. Veían mal que los seguidores del Maestro se permitieran transgredir las normas impuestas por la tradición religiosa de su tiempo. Lavarse las manos era una ley con un significado religioso.
Tomamos también nosotros muchas veces actitudes farisaicas ¿Qué consecuencias tiene esa manera de actuar?
Las tradiciones de los antiguos transmitían las normas que debían ser observadas por la gente para cumplir con la Ley de Moisés. La observancia de la pureza era un tema muy serio. Pensaban que una persona impura no podría recibir la bendición prometida por Dios a Abraham y que quienes observaban las normas eran buenos sin importar por qué lo hacían.
¡Cómo somos fanáticos! … ¡Nos esclavizan las críticas y los juicios equivocados! Cumplir lo que está establecido sin alma, sin amor, no nos dan derecho de despreciar a nadie.
Los escribas y fariseos le preguntaron a Jesús: ¿Por qué tus discípulos no viven según la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? Fingían estar interesados por saber con qué derecho se permitían transgredir las leyes.
Al criticar a los discípulos de Jesús los escribas y fariseos iban directamente contra el Maestro, que permitía a sus seguidores hacer o dejar de hacer tal o cual costumbre.
Ellos dedicaban su vida al estudio de la Ley de Dios, y le daban mucha importancia a las normas relativas a la pureza, ero estaban muy lejos de preocuparse por la observancia del amor para con Dios y para con el prójimo.
Mi vida tiene un porqué muy definido: empeñarme día a día por amar a Dios y vivir la comprensión y la misericordia para con mis hermanos. ¿En qué se nota? ¿Cómo se sienten los que están más cerca de mí mi trato para con ellos?
¿Qué puedo hacer para que yo y los que amo nos liberemos de las actitudes escrupulosas que nos asemejan a los enemigos de Jesús?
Las palabras de Jesús fueron duras: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto; enseñan doctrinas que son preceptos de hombre, dejando el precepto de Dios; se aferran a la tradición de los hombres pero no les preocupa la ley de Dios” (Cfr. Is 9,13).
Jesús sabía que esos hombres vaciaban los mandamientos de la ley de Dios y aprovechó la oportunidad que le dio la pregunta que le hicieron para que sus seguidores que estaban en el discurso comprendieran que ellos le daban mayor importancia a las acciones sin pensar en el por qué las hacían.
¿Me empeño por ser y hacer las cosas como las hacía Jesús? ¿Respondo día a día y en las situaciones más diversas de mi vida, como Él respondió? ¿A quién busco con lo que soy y con lo que hago?
Aferrarse a tradiciones que no incidían en el corazón del hombre era el modo de desligar el corazón de Dios de quienes tendrían que vivir muy diversamente por ser lo que eran y por la misión que tenían. Insistir en la ley porque que estaba escrita pero sin escribirla en su corazón era falsedad.
Jesús dijo: “No hay nada fuera del hombre, que entrando en él pueda contaminarlo” (Mc 7,15). Invierte las cosas: ‘lo que es impuro no viene de fuera hacia dentro, como enseñaban los doctores de la ley, sino de dentro hacia fuera’.
No tenemos necesidad de preguntarnos si este alimento o bebida son puros o no. Jesús colocó ante nuestra consideración lo que es puro o impuro, sobre el nivel del comportamiento ético. Nos abrió un camino para llegar a Dios, y nos dice cómo podemos alcanzar la paz que todos y cada uno deseamos. Sus palabras son para mí: “¡Quien tenga oídos para oír, que oiga! ¡Entiendan!” Usen la cabeza y el buen sentido; analicen las cosas partiendo de su vida para ser verdaderos creyentes”.
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Padre Bueno, que no nos escandalicemos de las actitudes farisaicas cuando también nosotros las tenemos y muchas veces; que no consideremos a los demás impuros ni indignos de Ti. Cristo Jesús nos haga capaces de vivir la ley del amor por encima de todo viviendo con libertad el amor a Ti y a nuestros hermanos, sobre todo a quienes tenemos más cerca.
Queremos ser como Él fue, viviendo la alegría que nos da su manera de ser, haciendo posible lo que de verdad cuenta y quitando lo que complica el camino que nos lleva a Ti y a los que Tú amas. ¡Así sea!
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