31 luglio 2018

Lectio Divina - XVIII Domingo, T.O. Ciclo ‘B’ - San Juan ( 6, 24-35)



Jesús es interpelado explícitamente sobre lo que Él “hace”. En la historia de la salvación, el “hacer” de Dios siempre ha precedido el “hacer” del hombre. La obra del hombre es “creer”, pero previamente debe haber una obra de parte de Dios que sea la base y la ruta hacia la fe.
Veremos a Jesús dialogando con sus seguidores que estaban inquietos por lo que Él dijo e hizo.
Le dijeron: “¿Qué prueba nos das, para que te creamos?”. Le hacen esta pregunta habiendo presenciado la multiplicación de los panes, que fue un hecho extraordinario… No estaban satisfechos ni creyeron de verdad que Él fuera el Mesías; osaron pedirle un signo todavía mayor.
El Señor se presentó ante ellos como el que obraba de parte de Dios y con este hecho se remitió a una de las grandes acciones que Dios hizo a favor de su pueblo: darle el maná en el desierto. 

Seguimiento:

24. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún para buscarlo.
25. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: “Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí”? 26. Jesús les respondió: “En verdad, en verdad les digo: ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado.
27. Obren no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre Dios ha marcado con su sello‟.
28. Ellos le dijeron: “¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?”
29. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que crean en quien Él ha enviado”. 30. Ellos entonces le dijeron: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obras realizas?”
31. Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”. 32. Jesús les respondió: “En verdad, en verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo;
33. porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”. 34. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”.
35. Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”.

I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

Nuestro texto desarrolla una catequesis coloquial basada en preguntas y respuestas entre Jesús y la gente que lo buscaba.
Cuando lo leemos descubrimos todo un itinerario en la fe que podemos seguir si queremos saciar nuestra hambre de Dios. Al conversar con la gente, Jesús la condujo como si fuera subiendo una escalera: cada paso lleva a otro más alto que presuponía haber subido el anterior. Algunos comparan la didáctica de Jesús con la sugestiva imagen de un espiral. Este texto tiene un fuerte movimiento espiritual, rico en sugerencias; no pretendemos explorarlas, pero sí observar el itinerario que nos propone Jesús para llegar a una vivencia.
En la primera parte hace una catequesis sobre el pan de vida… Hay un nuevo encuentro en “la otra orilla del mar” (6,24-25). El Señor purifica los motivos de su búsqueda (6,26-29). Es preciso saber leer los signos de su amor y de la salvación que nos ofrece (6,30-33). Se da una comunión vivificante entre el hombre y Dios: él necesita saciarse del “Pan de Vida”, y confiesa que necesita a Jesús (6,34-35).
Cuando Él multiplicó los panes había una gran multitud; solamente los hombres eran unos cinco mil (ver 6,10). Todos quedaron admirados por el pan inesperado, gratuito y abundante que pudieron comer.
La gente se quedó esa noche en la verde explanada, a orillas del mar de Tiberíades, esperando a Jesús, que se les había escapado.
Por la mañana notaron que los discípulos se habían ido en el único bote disponible, y por eso creyeron que el Señor todavía estaba entre ellos (v.22), mas no tardaron en darse cuenta de que se había ido de ahí y se fueron a buscarlo (v.24).
Corrieron hacia los botes (v.23; ver 6,16-21) y se fueron hacia Cafarnaún y encontraron a Jesús nuevamente (v.25ª).
Sus seguidores le preguntaron: “Rabí, ¿cuándo llegaste aquí?” (v.25b). Lo dijeron porque querían saber cómo se había venido, pero Él no respondió a su pregunta, sino más bien los cuestionó: “¿Por qué” me buscan?” iniciando una conversación muy importante.
Jesús quiso purificar los motivos de su “búsqueda” (6,26-29). El evangelista Juan había ya dicho que Jesús conocía lo que había en el corazón del hombre y que no necesitaba que le dijera nada, porque ‘conocía a todos sus seguidores’.
Él leía los corazones de quienes lo buscaba ansiosamente y conocía sus motivaciones.
Hay un sí y un no: (1). Lo buscaban para que repita el milagro de la multiplicación de los panes (2) y no lo buscan por lo que debía ser la verdadera motivación para ir a Él.
La fe es el caminar del hombre a Dios y encontrarse el uno al otro. Con esta respuesta Jesús les dice a través de los signos que Él es el Mesías enviado de Dios y que su persona los llevará a encontrarse con su Padre.

II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

El problema que Jesús enfrenta con la multitud que lo busca para que repita el milagro del pan abundante, tiene que ver con la imagen que tienen de Él. Se da a sí mismo un título: ‘Hijo del hombre’. Es curiosamente un título de “gloria”, pero que Él sabe bien lo llevará a la ‘pasión’.
Jesús quiere que sus seguidores entiendan que Él tiene mucho más de lo que ven en su persona a primera vista. La gente se deja arrastrar por el mesianismo, quiere respuestas inmediatas y corre tras Él. Por eso, al final de la multiplicación de los panes querían hacerle Rey, pero Jesús –para desconcierto de ellos– se escondió.
Jesús nos lleva más allá del signo. Quiere que estemos con Él tanto en sus momentos de gloria, como en su dolor. Que le acompañemos porque es el Hijo del Hombre. No nos esconde lo que está detrás de este título.
Tal vez no entendemos a fondo a Jesús. Como la gente de la multiplicación de los panes queremos que sea un Mesías Rey que use su poder para eliminar lo que no nos deja ser felices… Queremos el pan que nos dé gratuitamente, y todos los días sin tener que hacer ningún esfuerzo de nuestra parte. ¿Buscamos también un mesías a nuestra medida?
Jesús dice a quienes le siguen que es aquél “a quien su Padre Dios ha marcado con su sello”. La autoridad de Jesús le viene de Dios. Para que comprendan esta gran verdad se sirve de la imagen que les podía ayudar a entenderle: Habla del sello de Dios”. ¿Por qué el sello? En la antigüedad no era la firma sino el ‘sello’ lo que autenticaba un documento.
Si se trataba de uno comercial o político, se sellaban con un anillo que estaba preparado para dejar claro que tenía seriedad y pertenencia… Las decisiones eran válidas y permanecían garantizadas. Los sellos se hacían de arcilla, de metal o de joyas, en los dos primeros casos, parte del material se quedaba pegado en el documento como prueba de que su autenticidad.
En Jesús está el “sello” de Dios: (1) Su Padre lo ha autentificado con la unción del Espíritu
Santo: “El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz; porque aquel a quien Dios
ha enviado, habla las palabras que le inspira por la acción veraz del Espíritu (Juan 3,33-34; 1,33-34).
Él es la “verdad de Dios hecha persona, encarnada. Viene de Dios y a Dios nos lleva. ¿Queremos estar con Él? ¿Nos interesa escucharlo, ser de los suyos? ¿Qué nos mueve a ir a su encuentro al escucharle hablar, al acercarnos a su mesa semana a semana?
Él es el único que puede satisfacer el hambre de eternidad que está impresa en el corazón de todo hombre. Hay que buscar a Jesús porque nos ofrece “firmeza”.
Los que lo seguían le preguntaron: “¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?” y Jesús les respondió. “La obra de Dios es que crean en quien Él ha enviado”.
Ante el imperativo “¡Obren!”, la reacción no se dejó esperar: ¿Cómo llevarían a cabo lo que Dios quería que hicieran? Ellos sabían que tenían que realizar el proyecto de Dios viviendo en relación con Él.
Cuando Jesús habló de las “obras de Dios”, la gente entendió porque desde pequeños habían sido educados en la convicción de que el favor de Dios se gana haciendo “buenas obras”. La pregunta “¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?” tuvo una respuesta. Jesús corrigió el intento de sus interlocutores y abrió la puerta para que entendieran cómo tenían que relacionarse con Dios desde otro ángulo que es mucho más profundo y de grandes consecuencias.
Jesús nos habla de la obra de Dios y nos pide ‘fe en Él’. Que nuestra actitud sea un sí a lo que nos ofrece al hacerse nuestro Pan…

III. ORAMOS nuestra vida desde este texto

Padre Dios: También hoy queremos saciar nuestra hambre de ti y de lo tuyo. Jesús se ha hecho nuestro alimento y nos invita a ser uno con Él y en Él, contigo, por obra de su Espíritu.
Gracias porque los Tres nos invitan a vivir una relación profunda. Que comprendamos qué es comulgar y vayamos cada domingo a la Mesa que nos han preparado, para que tengamos vida, y vida en abundancia.
Que al estar con tu Hijo, recibiendo el pan de la Palabra y el Pan eucarístico, crezca nuestra confianza y ésta se traduzca en obediencia, amorosa y gratuita siempre. ¡Así sea!

30 luglio 2018

Australia – Primo incontro dell’équipe di Animazione Missionaria


Preghiamo con Papa Francesco - Agosto 2018

 

Agosto
Perché le grandi scelte economiche e politiche proteggano le famiglie come un tesoro dell’umanità.

Agosto
Para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad.

August
That any far-reaching decisions of economists and politicians may protect the family as one of the treasures of humanity.

AOÛT
Pour que les décisions économiques et politiques protègent les familles comme trésor de l’humanité.

Agosto
Para que as grandes escolhas econômicas e políticas protejam a família como um tesouro da humanidade.

29 luglio 2018

Suor Julia Mary ZULUAGA

Carissime sorelle, sabato 21 luglio 2018, nella Casa “Madre Ersilia Crugnola” di Santo Domingo (Rep. Dominicana), il Padre ha accolto nel suo abbraccio misericordioso, la nostra cara sorella Suor Julia Mary ZULUAGA.
Nata a El Santuario - Antioquía (Colombia) il 2 settembre 1939
Professa a Jarabacoa (Rep. Dominicana) il 5 agosto 1965
Appartenente all’Ispettoria Antillana “San Giuseppe”
Mary, come familiarmente la chiamavamo, era la quinta di dieci figli di una famiglia dove regnavano l’amore e la gioia vissute in un clima di fede. Frequentò la scuola superiore nel collegio delle FMA dove conseguì il diploma di maestra. La testimonianza e l’accompagnamento delle educatrici e anche della famiglia l’aiutarono a maturare la risposta alla chiamata del Signore e a superare le difficoltà.
Era socievole, aperta ed entusiasta soprattutto per l’apostolato con i piccoli e si conquistava subito il loro affetto e la loro simpatia. Nelle sue note personali leggiamo: «Negli anni vissuti in collegio conobbi parecchi Istituti religiosi, ma nessuno mi colmò di entusiasmo come le FMA, di loro tutto mi affascinava. Prima di seguire la vocazione missionaria, volli fare un’esperienza come maestra in una scuola pubblica, in una zona lontana dal mio paese. La separazione dalla famiglia, mi costò parecchio, ma mi aiutò a raggiungere maggior sicurezza e maturità. Dopo un anno, incoraggiata dalla famiglia, rinunciai alla scuola e continuai la missione educativa come maestra nel Collegio di Los Andes con le FMA. Ebbi l’occasione di dialogare con l’Ispettrice, Madre Ersilia Crugnola, la quale mi invitò a realizzare definitivamente il mio ideale missionario e andai nelle Antille per iniziare il cammino formativo».
Giunta alla casa di Moca, il 31 gennaio 1963, Mery venne subito ammessa al Postulato. Così ricordava quel periodo di formazione: «La meravigliosa accoglienza delle suore e delle compagne mi fece sentire subito a “casa” e quindi mi sentii felice di trovarmi in questa bella terra alla quale decisi di donarmi senza misura. Il 5 agosto dello stesso anno iniziai il Noviziato a Jarabacoa dove vissi delle bellissime esperienze con l’aiuto delle formatrici. Giunsi così al tanto desiderato giorno della professione religiosa, il 5 agosto 1965, nel quale coscientemente firmai la mia alleanza con il Signore».
Per i primi tre anni lavorò con entusiasmo nella Casa “María Auxiliadora” e poi nel Collegio “Sagrado Corazón” di Santo Domingo. Successivamente tornò al Collegio “María Auxiliadora” per iniziare gli studi universitari. Concluso il secondo anno, fu inviata a Torino per frequentare l’Istituto di Pedagogia e Scienze religiose dove conseguì la laurea in Scienze dell’Educazione. Nel 1977 tornò nell’Ispettoria e fu insegnante, direttrice didattica, responsabile del centro giovanile a Santo Domingo. Nel 1981 venne nominata direttrice e maestra delle novizie, servizio che svolse per nove anni. Fu poi direttrice a Santurce, Jarabacoa, Moca e “B. Madre Maddalena Morano” di Santiago. Fu anche Delegata ispettoriale delle exalllieve, responsabile della formazione iniziale e Coordinatrice della Pastorale giovanile a livello ispettoriale.
Nel 2014 le fu diagnosticato il cancro ai polmoni già diffuso con metastasi al cervello. Suor Mary accettò con fede la volontà di Dio e si sforzò per vivere nel servizio umile e generoso fino a quando le forze glielo permisero. Conservò sempre la serenità e il buon umore. Si sottomise alle cure indicate perché desiderava vivere. Pregava e chiedeva preghiere nella certezza che al Signore nulla è impossibile. Invocava i genitori, soprattutto la mamma e sembrava che nel suo subconscio vedesse Maria Ausiliatrice oltre che la mamma.
Suor Mary fu accompagnata da vicino anche dalla sua famiglia, una famiglia benedetta dalla presenza di tre FMA: suor Mary e le nipoti suor Doris Elena, missionaria in Cambogia, e suor Luz Irene, felice FMA in Colombia. Confidiamo nel Signore che non lascia senza ricompensa un bicchiere d’acqua, che colmi in pienezza la sua anima giunta all’eterna dimora. Riposa nella pace, carissima suor Mary!

L’Ispettrice
Suor Basilia Ramírez

 (S) Suor Julia Mary Zuluaga

21 luglio 2018

Suor Oliva Pia COLUSSI

Carissime sorelle,il 10 luglio 2018, dalla Casa ispettoriale di Port-au-Prince (Haïti), il Signore ha chiamato a sé la nostra cara Suor Oliva Pia COLUSSI.
Nata a Casarsa della Delizia (Udine) il 2 agosto 1936.
Professa a Casanova di Carmagnola (Torino) il 5 agosto 1956.
Appartenente all’Ispettoria “N. Signora del Perpetuo Soccorso” - Haïti.
La sua famiglia era composta da due sorelle e tre fratelli. Entrò nell’Istituto all'età di 15 anni. Il 2 febbraio 1954 fu ammessa al postulato ad Arignano. Visse il noviziato a Casanova dove, il 5 agosto 1956, emise i primi voti. Dopo l’anno di preparazione missionaria a Torino dove frequentò il corso di infermiera presso l’“Ospedale Maria Vittoria”, il 22 settembre 1957 partì per Camagüey (Cuba), dove fu infermiera e assistente fino al 1959 quando, per l'ascesa al potere di Fidel Castro, fu costretta, come tutti i religiosi/e, a lasciare il paese. Dopo due anni a S. José di Costa Rica come assistente ed educatrice nella scuola dell’infanzia, arrivò ad Haïti il 28 marzo 1962. Il 5 agosto 1962 emise i voti perpetui insieme a suor Anna D’Angela, anche lei missionaria italiana.
Suor Oliva aveva acquisito una buona formazione professionale che andava perfezionando con soste periodiche in Italia. A Port-au-Prince ʺMaria Ausiliatriceʺ dal 1962 al 1977 fu sacrestana, guardarobiera, assistente delle interne, insegnante di ricamo. Dopo un anno a Pétion-Ville come assistente delle interne, dal 1978 al 1988 fu di nuovo a Port-au-Prince ʺMaria Ausiliatriceʺ come sacrestana, aiuto-economa, responsabile della cucina e del guardaroba dei Salesiani. Dal 1988 al 1993 tornò a Pétion-Ville come economa. A Cap-Haïtien svolse compiti amministrativi e fu responsabile del Centro sociale. Dal 1995 al 2001 fu di nuovo a Port-au-Prince ʺMaria Ausiliatrice ʺ come economa e delegata dell’Associazione di Maria Ausiliatrice. Per un anno fu vicaria, assistente e sarta in Noviziato. Dal 2002 al 2008 fu ancora economa del Centro sociale a Cap-Haitien.
Negli anni 2008-2013 fu a Cité Lintheau come economa e responsabile del patronato e della mensa. Lì ebbe una caduta che le provocò la rottura di una gamba e una fragilità generale. Dal 2014 al 2017 era a Pétion-Ville, con meno vigore fisico, ma sempre con lo stesso entusiasmo. Si prestava per l’accoglienza, l'assistenza in cortile e il guardaroba. Nel settembre 2017 iniziò a perdere la memoria e ad avere bisogno di un'assistenza continua, per cui venne accolta nella Casa ispettoriale. Dovette sottoporsi a visite mediche periodiche per la cura del cancro della pelle e per problemi di circolazione sanguigna.
Suor Oliva è stata a lungo responsabile del dispensario degli allievi con un autentico ʺcuore oratorianoʺ. Parlava poco di se stessa, della sua famiglia e del suo passato. Era la bontà personificata e le ragazze interne l’amavano molto, e a volte ne approfittavano un po’. Era paziente, generosa, sensibile, devota e molto affezionata alle Superiore. Come economa, coltivava una profonda devozione a San Giuseppe, suo speciale Patrono. Con sguardo sempre vigile, cercava di non far mancare nulla alla comunità e ai giovani. Era soprattutto attenta alle persone. Fino all'ultimo riusciva ad identificare ogni sorella per nome. Continuò a testimoniare il suo cuore generoso, nonostante lo stato di salute sempre più precario. Quando riceveva un'offerta dai suoi familiari o benefattori, voleva che fosse per i poveri. Ha faticato ad accettare di vivere in una stanza, da ammalata, lei che era maestra nelle relazioni intergenerazionali e interculturali: sembrava che non esistessero barriere di età e di cultura. Aveva sempre il sorriso sulle labbra, eccetto quando si commoveva. Infatti, essendo ipersensibile, spesso sulle sue guance scorrevano lacrime spesso di gioia. Suor Olive ha amato intensamente Haïti, i suoi giovani e il suo popolo. La sua grande paura era quella di dover tornare nella terra natale. Sulle sue labbra a volte si scorgeva come un timido balbettare: «Io sono un missionaria. Voglio morire ad Haïti». Non per questo non amava i suoi familiari, il suo paese, la sua gente generosa e affezionata che nel 2008 le aveva conferito il premio ʺCittadino dell’annoʺ e continua a sostenere tanti bambini poveri con numerose adozioni a distanza.
Suor Oliva, la terra di Haïti, che è stata testimone del tuo dono totale alle sue figlie e ai suoi figli, ti è riconoscente. Tu le hai dato tutto: la tua giovinezza, i tuoi sogni, i tuoi progetti e ora anche i tuoi resti mortali. Sei e rimarrai nei nostri cuori, nelle nostre anime, nelle nostre menti. Continua a pregare per l'Istituto, per l’Ispettoria di Haïti, per la nostra fedele perseveranza e per le nuove vocazioni.

L’Ispettrice
Suor Aline Nicolas

Suor Rosa SLONGO

Carissime sorelle, la mattina del 14 luglio 2018, nella casa “S. Maria D. Mazzarello” di Santiago El Bosque (Cile) il Signore ha chiamato a sé la nostra cara sorella Suor Rosa SLONGO.
Nata a Cesiomaggiore (Belluno) il 29 giugno 1924.
Professa a Casanova di Carmagnola (Torino) il 5 agosto 1949.
Appartenente all’Ispettoria Cilena “San Gabriele Arcangelo”.
Rosa, seconda di sette fratelli e sorelle, nacque in una famiglia dalle profonde radici cristiane dove i genitori seppero testimoniare la loro profonda fede, capace di superare ogni avversità, soprattutto nel periodo della seconda guerra mondiale. Rosa espresse la sua totale fiducia nel Signore superando i pericoli per conseguire il cibo e collaborare con la mamma nella cura dei fratelli e nelle faccende di casa.
Rosa conobbe le FMA nella sua provincia e sentì la chiamata del Signore a consacrare a Lui la sua vita nel servizio ai più bisognosi. Il 31 gennaio 1947 iniziò il Postulato ad Arignano e il 5 agosto dello stesso anno venne ammessa al noviziato di Casanova dove, due anni dopo, emise i primi voti. La sua grande passione apostolica la spinse a presentare la domanda missionaria, così dopo pochi mesi dalla professione, il 20 ottobre 1949, giunse a Santiago (Cile) insieme a suor Alma Calchi, con la quale aveva vissuto un anno di noviziato.
Nel 1950 suor Rosita, iniziò il suo servizio in diverse comunità dell’Ispettoria: fu aiutante dell’infermiera, sacrestana, responsabile dell’oratorio, insegnante, consigliera scolastica. Nel 1965 conseguì il diploma di maestra della Scuola primaria nell’Università Cattolica del Cile. Quante ebbero l’occasione di lavorare con lei sottolineano che suor Rosa aveva ottime doti di educatrice; la ricordano creativa e interessata alla formazione delle alunne; dedicava tempo al recupero di quelle che faticavano nell’apprendimento. Da autentica salesiana, cercava di incoraggiarle e di dare loro fiducia premiando i loro piccoli sforzi per raggiungere le mete stabilite.
Suor Rosa fu una missionaria generosa e tutta donata alla comunità; aveva un forte spirito di famiglia imparato e vissuto con i suoi cari, che coltivò fino agli ultimi giorni della vita. Rimase sempre molto unita alla famiglia e ne conservava come un tesoro le fotografie. In occasione della celebrazione dei 50 anni di vita religiosa, ebbe la gioia di avere accanto a sé due fratelli. Manteneva anche un forte legame con la sua Parrocchia. Dal Centro missionario le mandavano periodicamente aiuti, come anche vestiti, ecc. Attraverso numerosi benefattori conseguì fondi per completare la costruzione di una cappella a “La Patagua”, vicina a Santa Cruz, dove fece l’oratorio dal 1989 al 1995.
Nel 1997, quando le venne chiesto di parlare della sua esperienza spirituale, affermò: “Ho centrato la mia vita nel Signore; mi sforzo per essere fedele e ho maturato una visione più ampia in relazione alle consorelle”. Riguardo ai suoi desideri, rispose: “Voglio vivere in fedeltà la mia voca-zione, con l’unico desiderio di fare la volontà di Dio…”.
Dal 2012 si trovava nella casa di riposo di Santiago El Bosque e, fino a quando le forze la sostennero, partecipò ai momenti di preghiera comunitaria, soprattutto all’Eucaristia. Riceveva ogni visita con gioia, un sorriso e sguardo trasparente.
La nostra cara Sorella ci lascia una bellissima testimonianza di FMA felice, donna di preghiera e di pace, capace di godere anche delle piccole cose della vita, perfino scherzava sugli acciacchi dell’età. Una sua direttrice riferisce un dialogo avuto con lei che esprime molto bene il suo spirito di libertà. Suor Rosa un giorno le disse: “Lei ci lascia spazio, ci ascolta, domanda e lascia che noi decidiamo. Non ci impone nulla!”. La direttrice con un po’ di timore le domandò: “Non le sembra buono così?”. Suor Rosa rispose: “Al contrario, mi piace molto!”.
Grazie, suor Rosita, per averci regalato una bella testimonianza di fedeltà alla vocazione che il Signore ti ha donato. Ora, che godi la presenza della tua amata Ausiliatrice, intercedi per noi presso il Signore e per le missionarie dell’Istituto.
L’Ispettrice
Suor Ximena Oyarzo Mansilla

20 luglio 2018

Non è un film (Fiorella Mannoia)


Messaggio della Consigliera per le Missioni _ 14 luglio 2018 (spa - por - ita - fra - eng)






Ispettoria San Francesco Zaverio - Argentina Bahía Blanca


MISIONES
 
Encuentro de Asesores y Referentes de Grupos Misioneros: se realizó del 9- 10/6 en Roca, animado por las Hnas. Silvia Dupont y Julia Bracamonte e Irene Vergáz. Agradecemos muchísimo a quienes lo animaron y a la comunidad de Roca por su hospitalidad y acogida a los participantes. Luego de realizar el FODA de los grupos misioneros se trazaron algunas proyecciones como: cuidar este espacio de espiritualidad común- ser familia misionera (se creó grupo WhatsApp), formación: armar criterios y líneas de acción, posible encuentro de grupos misioneros a mitad del 2019, elaboración de fichas para este encuentro organizándose por zonas con referentes: Bahía, Cordillera y Roca, contactarse con los SDB.

Voluntariado Missionário




Conclusioni del V Congresso Americano Missionario


Omelia di Mons. Sergio Gualberti durante l'Eucaristia di Chiusura del V CAM


5.a Conferenza su nuova evangelizzazione


5 luglio 2018

Suor Maria Giovanna DE PASCALIS

Carissime sorelle, il 28 giugno 2018, dall’Ospedale italiano di Damasco (Siria), il Signore ha accolto nella pace eterna la nostra carissima Suor Maria Giovanna DE PASCALIS. 
Nata a Fragagnano (Taranto) l’8 agosto 1928
Professa a Ottaviano (Napoli) il 6 agosto 1959
Appartenente all’Ispettoria Medio Oriente “Gesù Adolescente”
Maria Giovanna era l’ultima di una famiglia numerosa composta dai genitori, da cinque fratelli e tre sorelle. I genitori, originari di Lecce, si trasferirono per ragioni di lavoro: il padre amministrava l’azienda agricola di un signore. Erano molto stimati dai vicini per la loro bontà; amavano talmente i poveri da aiutarli nelle loro urgenti necessità. Maria Giovanna era coinvolta nella distribuzione di generi alimentari ai bisognosi e si dedicava volentieri a questo servizio di solidarietà. «In casa mia cucivo, ricamavo, facevo il tombolo e aiutavo mio fratello che era sarto», raccontava suor M. Giovanna.
Il seme della vocazione maturò in lei grazie alla Parola di Dio accolta nella partecipazione quotidiana alla S. Messa, all’Azione Cattolica, che frequentava con assiduità, all’accompagnamento delle FMA che incontrava all’oratorio festivo e alle buone compagne. Anche lo studio della musica e la contemplazione della natura la introdussero alla bellezza dell’incontro con il Signore. Quando espose per la prima volta al papà il desiderio di consacrarsi interamente a Dio, trovò una tale resistenza che non osò più parlarne. Solo dopo la morte di lui, avvenuta in un incidente, Maria Giovanna chiese alla mamma il permesso di realizzare il suo sogno. La mamma, ammalata e molto sofferente per la perdita del marito, la pregò di non lasciarla sola e di stare con lei fino alla sua morte. E così fu.
Maria Giovanna entrò nell’Istituto nel gennaio del 1956, a 28 anni di età, e trascorse i primi anni di formazione a Napoli. Il 31 gennaio 1957 fu ammessa al Postulato e visse il Noviziato ad Ottaviano. Sperimentò una grande gioia, serenità e sicurezza, che in lei non venne mai meno. Anzi, sbocciò in lei l’ideale per la missione “ad gentes” e ne presentò domanda alla Madre generale mentre era ancora novizia. Dopo la professione, emessa il 6 agosto 1959, fu mandata alla Casa “Madre Mazzarello” di Torino dove si preparavano le missionarie in partenza. Si dedicò allo studio ed ottenne il diploma della Scuola professionale. Un anno dopo, nell’ottobre 1960, Madre Angela Vespa la destinò al Medio Oriente, dove rimase per tutta la vita.
Suor Maria Giovanna ricordava di non aver potuto né salutare i fratelli né pregare sulla tomba dei genitori. Partì in fretta, come Maria, con altre due missionarie e arrivò a Kartaba sulle montagne del Libano. Dovette aspettare due mesi per ottenere il permesso di entrare in Terra Santa, a Betlemme. Fino al 1967 si dedicò alla lavanderia e all’oratorio. Lei stessa scrisse: «Ebbi l’incarico di occuparmi della lavanderia a servizio dei confratelli salesiani. L’umile lavoro non mi tolse l’entusiasmo missionario, anzi, potei godere i luoghi santi». Insegnava anche musica alle giovani e animava l’oratorio frequentato da numerose ragazze. Nel 1967 fece parte della nuova casa aperta a Kahhale, allora noviziato e Casa ispettoriale, dove fu incaricata della cucina. Dopo un anno, fu trasferita ad Aleppo, dove svolse per la prima volta la missione di infermiera fino al 1972. Infatti, le FMA dirigevano un Ospedale, che oggi non esiste più. Fu anche la cuoca della comunità. Nel centenario dell’Istituto passò a Damasco, dove fu “l’infermiera della notte” per lunghi anni.
Essere infermiera era la sua passione. Da giovane suora aveva frequentato un corso, ma non era diplomata; tuttavia si dedicava ai malati con grande cura e amore. Accompagnava con delicatezza gli agonizzanti e provava consolazione nel disporli all’incontro definitivo con Dio.
Nel 1981 fu nominata direttrice della Casa “S. G. Bosco” di Alessandria (Egitto) e, dopo il triennio, ritornò all’Ospedale di Damasco. Era una donna gioviale, silenziosa, sorridente, servizievole, amante della preghiera che curava anche animando il canto liturgico. Aveva fatto suo il motto: «La pazienza è la virtù dei forti». Godeva nel leggere i documenti della Chiesa e dell’Istituto. Con la sua famiglia lontana conservò rapporti affettuosi mantenendosi in contatto frequente.
Nel 2012, si rivelarono i sintomi del morbo di Alzheimer e perse, poco a poco, la parola e poi il movimento. Ha accolto la malattia con dignità e riconoscenza alle consorelle che si prodigavano nell’assisterla. Nel 2016 subentrò il cancro al colon, che le recò tanta sofferenza e le richiese di sottoporsi all’intervento chirurgico. Il 28 giugno, alle ore 17,00, si spense nella pace, attorniata dalle consorelle infermiere che l’hanno accompagnata fino all’ultimo respiro.
Suor Maria Giovanna ha scritto una delle pagine gloriose della storia dell’Ispettoria MOR, insieme a tante generose missionarie che hanno dato tutto e non hanno abbandonato queste Terre pur in mezzo a guerre e pericoli di ogni genere.
Offriamo per lei la preghiere di suffragio e chiediamo al Signore di donarci vocazioni della sua tempra.

L’Ispettrice
Suor Lina Abou Naoum

Attraverso le reti si può giungere a Dio: Settimana di Missiologia su “Missione e Reti”


Rapporto annuale di Aiuto alla Chiesa che soffre



Migranti, il cardinale ai fedeli: «È Gesù che viene su un barcone»