“Las
personas deberían gozar del derecho a no emigrar, lo que significa que deben poder vivir dignamente en su país de origen”
(José Manuel Vidal).- Es uno de los ministros
'sociales' del Papa. El cardenal electo, Antonio Maria Vegliò, presidente
del Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes quiere seguir siendo
una de las voces proféticas de la Iglesia. Antes del capelo y después de
recibirlo dentro de un mes. Porque "se puede ser cardenal y humilde"
y levantar la voz "para denunciar las situaciones de injusticia y pecado
social". Y, sobre todo, para ser el cardenal de los emigrantes,
"convertidos en chivos expiatorios de la crisis". El curial defiende
el derecho a emigrar y la reagrupación familiar de migrantes y refugiados, así
como "el derecho a no emigrar" y "a poder vivir dignamente en su
país de origen". Vegliò no se cansará de defender sus derechos, porque
"la Iglesia está de parte de los migrantes".
Se
celebra la Jornada mundial de las Migraciones. ¿La Iglesia siempre está al lado
de los emigrantes, defendiendo sus derechos?
La Iglesia siempre ha mostrado una solicitud particular por las migraciones,
activando estructuras adecuadas y sobre todo comprometiendo a personas,
sacerdotes, misioneros y laicos.
En el pasado, por ejemplo, el papa Juan XXIII afirmaba en la carta encíclica
Pacem in terris de 1963, que los refugiados "poseen la dignidad propia de
la persona y se les deben reconocer los derechos consiguientes". Desde
entonces, la Iglesia católica no cesa de hacer llamamientos a la comunidad
internacional, a favor de los migrantes, requiriendo la solidaridad y la
colaboración de cada cristiano y persona de buena voluntad.
La Iglesia está de parte de los migrantes y
refugiados, y cuando no se respetan su dignidad y sus derechos, no duda en
defenderlos. Aquél que se ve obligado a abandonar su país de origen porque no
logra que su familia viva dignamente, a menudo carece de recursos materiales y
quizás también sociales. O bien huye de la persecución o de conflictos violentos.
Es por tanto una persona vulnerable y pobre. Pero la Iglesia está de su parte,
gracias a su opción por los pobres.
Asimismo, la Iglesia salvaguarda los derechos de la población que acoge a los
migrantes y refugiados.
¿Es la Iglesia católica la institución
que más ayuda, acogida y protección ofrece a los emigrantes?
La Iglesia ve en cada persona el rostro de Cristo, sobre todo si ésta sufre,
como sucede a los migrantes y refugiados. Por eso se esfuerza por ofrecerles la
asistencia material y espiritual que necesitan.
En las Conferencias Episcopales hay comisiones para la pastoral de los
migrantes que se ocupan de estas cuestiones a nivel nacional, con las
correspondientes oficinas diocesanas y también parroquiales. Hay además
organizaciones católicas internacionales que trabajan para responder a las
diferentes necesidades de los migrantes y refugiados, como por ejemplo la
Comisión Internacional Católica para la Migración (ICMC) y Caritas
Internationalis, con las diferentes Caritas nacionales y diocesanas. Y también
contamos con todos los fieles de buena voluntad, que se prodigan en ayudar a
los inmigrantes con los que entran en contacto. Las parroquias y los agentes de
pastoral que actúan en primera línea con los migrantes y refugiados, comparten sus
mismas dificultades.
Acoger a los inmigrantes se convierte en un gesto de solidaridad humana y de
amor evangélico por parte de los cristianos. El Santo Padre también ha hecho un
llamamiento a los líderes de las naciones a "ofrecer protección a aquellos
que se encuentran en tan delicadas situaciones de necesidad". Ha expresado
también el deseo sincero de que se garantice el asilo y se reconozcan los
derechos de estos hermanos y hermanas, que han pasado por la dura prueba del
sufrimiento.
En España, la Iglesia católica se ha manifestado en favor de los migrantes en
su documento La Iglesia en España y los
inmigrantes. Reflexión teológico-pastoral y Orientaciones prácticas para una
pastoral de migraciones en España a la luz de la Instrucción Pontificia Erga
migrantes caritas Christi. Además, en 2010, ha publicado un documento
contra el tráfico de los seres humanos, titulado Trata de personas con fines de explotación sexual. Propuestas de
Acción Social y Pastoral.
¿Emigrar es un derecho?
En el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se afirma
que "toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del
propio, y a regresar a su país". El beato Juan XXIII, en la encíclica
"Pacem in terris" (n. 25) afirma que "el derecho de cada hombre
a conservar o cambiar su residencia dentro de los límites geográficos del país;
más aún, es necesario que le sea lícito, cuando lo aconsejen justos motivos,
emigrar a otros países y fijar allí su domicilio".
Por tanto, todos gozan del derecho a emigrar, pero no está del todo claro si
esto vale también para la inmigración. El beato Juan Pablo II, en su Mensaje
para la Jornada del migrante y refugiado de 1996, se pregunta "cuál es el
valor del derecho a la emigración sin el correlativo derecho de
inmigración". De hecho, abandonar su país no tiene sentido si no se tiene
también el derecho a entrar en otro. En la Pacem
in terris, en efecto, se recoge el derecho a inmigrar, cuando existen
intereses legítimos que lo aconsejen.
Toda persona tiene derecho a abandonar un país y a pedir asilo en otro. La
aceptación, luego, se deja a discreción de cada país. Se podría afirmar también
que las personas deberían gozar del derecho a no emigrar, lo que significa que
deben poder vivir dignamente en su país de origen, sin tener que abandonar a
sus familiares debido a persecuciones o violencias, privaciones por causas
económicas u otros motivos que pongan en peligro su vida.
Monseñor,
suele decir usted que el fenómeno migratorio puede ser una oportunidad para la
nueva evangelización. ¿Por qué?
Como acabo de explicar en Radio Vaticana, el fenómeno migratorio, que genera
una mezcla entre los pueblos y un cruce de razas y culturas, es una oportunidad
de evangelización. Lo que debemos preguntarnos es si nosotros, los cristianos,
somos capaces de aprovechar esta oportunidad y podemos realmente evangelizar.
El Papa mismo afirma en su mensaje para la Jornada que "debemos despertar
en cada uno de nosotros el entusiasmo y la valentía que impulsaron a las primeras
comunidades cristianas a anunciar con ardor la novedad evangélica". El
mensaje pontificio ofrece sugerencias concretas para evangelizar en el ámbito
migratorio. Exhorta, por ejemplo, a la Iglesia a "ayudar a los inmigrantes
(cristianos) a mantener firme su fe, aun cuando falte el apoyo cultural que
existía en el país de origen". Formados adecuadamente y apoyados por la
comunidad cristiana, los migrantes mismos "pueden convertirse a su vez en
anunciadores de la Palabra de Dios y testigos de Jesús resucitado" allí
donde emigran: tanto en aquellos países en los que los cristianos representan
una minoría, como en los países de antigua tradición cristiana, donde la fe se
ha convertido quizás únicamente en un hecho cultural. Con respecto a esto, el
Papa evidencia la importancia del papel de los agentes de pastoral -
sacerdotes, religiosos y laicos - que llevan a cabo su labor con los migrantes.
El papa Benedicto, además, insta a las comunidades cristianas en los países de
origen, de tránsito y de llegada, a cooperar en la acogida de los migrantes,
para que encuentren a Cristo, e invita a todos los cristianos a alimentarse de
la Palabra de Dios y a vivirla antes de anunciarla, para ser evangelizadores
eficaces.
Los emigrantes, ¿tienen derecho a la
reunificación familiar?
Sí, esto se afirma con claridad en la Convención Internacional sobre la
protección de los derechos de los trabajadores migratorios y sus familiares, de
julio de 2003. En el artículo 44 de dicho Convenio se declara que los Estados
miembros "reconocen que la familia es el grupo básico natural y
fundamental de la sociedad". Por ello adoptarán las medidas
"apropiadas para asegurar la protección de la unidad de la familia del
trabajador migratorio" y para "facilitar la reunión de los
trabajadores migratorios con sus cónyuges..., al igual que con sus hijos
solteros menores de edad que estén a su cargo".
En el caso de los solicitantes de asilo, una vez que han sido reconocidos
oficialmente como refugiados, tienen derecho a la reagrupación familiar. El derecho
internacional es muy claro al respecto. Los Estados deberían facilitar la
entrada en su territorio al menos a la esposa y a los hijos menores o a
aquellos que estén a cargo de la persona a la que se ha concedido el asilo.
Después de todo, la familia es la célula natural y fundamental de la sociedad y
tiene derecho a gozar de la protección de la sociedad y del Estado. Sin
embargo, sería preferible acoger a los refugiados en sus sociedades,
ayudándoles a adaptarse al ambiente local para comprender la nueva cultura y el
estilo de vida.
La Iglesia siempre ha pedido la reunificación de las familias, cuya separación
es causada por la huida de uno de sus miembros. En su Mensaje para la Jornada
mundial del migrante y del refugiado de 2007, el papa Benedicto XVI ha llevado
ante la opinión pública la situación difícil de las familias de los refugiados:
"es necesario, en fin, comprometerse para garantizar los derechos y la
dignidad de las familias, y asegurarles un alojamiento conforme a sus
exigencias".
¿Qué siente cuando se entera de que
algunos emigrantes perecen en el mar en su intento de llegar a Europa?
Siento dolor. Un gran dolor al pensar que en nuestro siglo, la desigualdad
entre los pueblos y las personas es todavía enorme; que todavía existe un odio
tal hacia otros seres humanos que pueda generar persecuciones, violencia,
guerras, y que hay personas que se ven obligadas a huir de sus casas, de sus
países para salvar la vida y la dignidad, incluso utilizando medios precarios.
Lo que me aflige más aún es que después de todo este sufrimiento, no logren
encontrar acogida en los países meta de su odisea.
Deseo añadir que los solicitantes de asilo tienen derecho a entrar en un país
también sin documentos e iniciar el proceso de solicitud de asilo para salvar
su vida. Es cierto que hay que tener cuidado para evitar que personas
malintencionadas, quizás infiltradas entre ellos, lleguen a los países europeos
de acogida y se establezcan en ellos. Es verdad que la mayoría son seres
desesperados en busca de una vida segura y de un futuro mejor. Estoy
profundamente convencido de que debemos darles una oportunidad.
Me consuela saber que hay muchas personas de buena
voluntad que no dudan a la hora de ayudar a quienes logran llegar a las costas
europeas. Son una luz en esta situación dolorosa.
¿Aumenta la xenofobia en los países
ricos, espoleada por la crisis?
Migrantes y refugiados se convierten en chivos expiatorios durante la recesión
económica o de crisis. La naturaleza populista de los debates sobre la migración
ha generado un clima en el que es demasiado fácil percibir a los migrantes y
refugiados como los responsables del desempleo, de la inseguridad o de la falta
de cohesión social.
Sin embargo, son numerosos los episodios en los que algunas personas sienten
una cierta aversión por los extranjeros, sin haber estado nunca en contacto
directo con ellos. Nacen actitudes negativas en su contra sin haberlos ni
siquiera conocido. Los medios de comunicación tienen un papel importante en
esto. Si dibujan al extranjero como una persona peligrosa, que quita
posibilidades de trabajo a los autóctonos, o que no tiene ganas de trabajar
pero pretende gozar de ciertos derechos, etc., la opinión pública la considera
persona indeseable, que hay que echar. Y así crecen episodios de racismo, que
desembocan incluso en violencia. Lo que los responsables políticos y los medios
de comunicación deberían hacer es responder a los verdaderos problemas de fondo
de la población.
Si en cambio los medios de comunicación destacaran el hecho de que los
extranjeros contribuyen a la economía del país que los acoge, la consideración
sería más benévola. Además, el fruto de su trabajo a veces es mal pagado en el
país donde ahora viven, consumen, compran, pagan los impuestos. Muchos cuidan a
ancianos y niños, a minusválidos y enfermos... También ayudan a sus países de
origen a través de las remesas de dinero.
Afortunadamente, también hay quien los aprecia y los
estima por lo que son, además de por lo que hacen.
Pronto recibirá la birreta de manos del
Papa. ¿Le gustaría convertirse en el cardenal de los emigrantes?
Detrás de mi nombramiento como cardenal también hay que leer la atención y
preocupación de la Iglesia y, concretamente, del Santo Padre por todos aquellos
que se ven obligados a dejar sus tierras buscando una situación más digna. Creo
que lo importante no es tanto si me gustaría, como formula usted la pregunta,
sino que debo serlo, debo esforzarme aún más en denunciar las situaciones de
injusticia y pecado social que tantas veces están en el origen de estas
migraciones, debo comprometerme cada vez más en ser defensor de aquellos que
viven en el ámbito de la movilidad humana, entre los que se encuentran los
emigrantes, los refugiados, los nómadas, los "sin techo" o los niños
de la calle. Éste es el ámbito pastoral en el que el Santo Padre me ha pedido
que sea su colaborador, y en el que debo ser cada día más fiel y generoso.
¿Que le pedirá al Señor ese día, cuando le consagren cardenal?
Cuando el 6 de enero el Santo Padre anunciaba el próximo Consistorio, afirmaba
con claridad que "los cardenales tienen la misión de ayudar al Sucesor de
Pedro en el desempeño de su ministerio de confirmar a los hermanos en la fe y
de ser principio y fundamento de la unidad y de la comunión de la Iglesia".
Y esto es lo que pediré al Señor: que me haga fiel a lo que me pide la Iglesia
en este momento, que Él me inspire en cada momento el gesto y la palabra
oportuna, que yo busque servir cada vez más y mejor al Evangelio y a la Iglesia
de Cristo.
¿Se puede ser cardenal y un prelado
humilde y austero, como acaba de pedir el Papa?
No es que se puede, sino que se debe ser cardenal al tiempo que humilde. La
homilía del Papa en el Consistorio de 2010 fue muy clara. Para Dios, el
criterio de grandeza es el servicio. Quien quiere ser cristiano debe vivir como
Cristo, debe hacer suyo el estilo de vida de Cristo, "que no ha venido a
ser servido sino a servir". Y si esto es válido para todo los cristianos,
lo es más para quienes tienen la tarea de guiar al pueblo de Dios. Afirmaba
entonces el Papa que "no es la lógica del dominio, del poder según los
criterios humanos, sino la lógica del inclinarse para lavar los pies, la lógica
del servicio, la lógica de la cruz que está en la base de todo ejercicio de la
autoridad". Y sólo así podremos transparentar el verdadero rostro de Dios.