Un informe de la Organización Internacional de las
Migraciones arroja este dato: hoy los accidentes naturales provocan éxodos
masivos y son la primera causa de las migraciones humanas.
Desde Ginebra
Los desplazamientos de poblaciones ligados a los
desastres climáticos y medioambientales han superado a los provocados por los
conflictos armados. Lo que parecía una ficción para películas de gran
espectáculo se ha vuelto una realidad durante la primera década del siglo XXI.
Un informe publicado en Ginebra por la Organización Internacional de las
Migraciones, OIM, junto con el Instituto de Desarrollo Sustentable y de
Relaciones Internacionales, Iddri, da cuenta de este fenómeno nuevo que afecta
a todos los continentes. El informe, State of Environmental Migration 2010,
presenta un cuadro de cifras significativo: en 2008, 4,6 millones de personas
tuvieron que desplazarse dentro de sus países a raíz de un conflicto armado
mientras que otras 20 millones tuvieron que hacerlo debido a una catástrofe
natural. Las cifras no han hecho más que ir en aumento: en 2009 hubo 15
millones de desplazados “medioambientales” y en 2010 la cifra subió a 38
millones. Hoy, el desplazamiento climático o medioambiental es la primera causa
de las migraciones humanas. Se pueden contrastar estas cifras con el número de
refugiados políticos que hay en el mundo: 16 millones de personas, 12 millones
sin los palestinos.
Las hecatombes medioambientales destacadas en este
exhaustivo trabajo no atañen sólo a las que podrían denominarse naturales y
violentas sino, también, los procesos más lentos que terminan por modificar la
relación del ser humano con el lugar en el que vive. Un ejemplo de
desplazamiento climático involuntario es lo que ocurrió en Nepal con la
desaparición de los glaciares del Himalaya. Los glaciares se fueron
derritiendo, el agua desbordó los llamados ríos glaciares y ello acarreó
poderosas inundaciones que obligaron a las poblaciones al desplazamiento.
Tsunamis, terremotos, inundaciones en Tailandia, China o Filipinas, sequías en
Sudán, el accidente de Fukushima, tempestades en Europa, todos estos accidentes
naturales violentos provocaron masivos desplazamientos. Y el futuro no se
anuncia mejor. François Gemenne, investigador en el seno del Iddri y
coordinador del informe, prevé que “en 2011 las cifras sean similares a las de
2010”. La degradación paulatina del medio ambiente provocada por el hombre
tiene también una influencia determinante en este flujo migratorio. Un ejemplo
de ello es lo que ocurre en Brasil. El informe de la Organización Internacional
de Migraciones cita el ejemplo de lo que ocurre en el Noreste de Brasil. En el
Amazonas, la desforestación trajo consigo la ocupación de las tierras pero
luego, una vez que los suelos arrasados llegaron al límite de su capacidad, las
poblaciones que se instalaron allí no obtienen más recursos y deben migrar.
Los desplazamientos medioambientales tienen un
carácter más dramático que las migraciones económicas. En primer lugar, en
muchos casos, los países que se ven confrontados a esos problemas no son
directamente responsables de los cambios climáticos que inducen al desplazamiento
poblacional. En segundo, contrariamente a lo que ocurre con los migrantes
económicos que parten en busca de una mejor vida, los ya casi refugiados
medioambientales no entienden lo que les ocurre y esperan siempre poder
regresar a sus tierras, lo que es prácticamente imposible. En ambos contextos,
uno de los mayores de-safíos consiste en lograr que los países directamente
responsables de los cambios climáticos y, por consiguiente, de la migración
medioambiental, alimenten un fondo para ayudar a los países que son víctimas de
las variaciones climáticas. El dispositivo ya fue evocado durante la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima celebrada en Cancún (México)
en 2010. El artículo 14-F se refiere a las migraciones y desplazamientos
conectados con los cambios climáticos y aborda un paquete de medidas que
deberían financiarse con un Fondo Verde. Sin embargo, existe el artículo pero
el fondo está vacío. Los países ricos se comprometieron a aportar 100 mil
millones de dólares por año a dicho fondo, pero recién a partir de 2020. A un
ritmo de casi 40 millones de migrantes medioambientales por año, dentro de ocho
años habrá 320 millones de desplazados sin asistencia internacional alguna. La
arquitectura jurídica internacional existente no ampara a esos refugiados. La
convención de Ginebra sobre los refugiados adoptada en 1952 no contempla el
esquema de la migración medioambiental, en especial porque esos desplazados se
mueven casi exclusivamente dentro de las fronteras de sus países. En junio de
2011, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, Antonio
Guterres, había intervenido a fin de que se adoptaran “nuevas medidas para
enfrentar los desplazamientos de poblaciones generados por los cambios
climáticos y las catástrofes naturales”.
Todos los expertos se preparan para un futuro
climático accidentado. François Gemenne adelanta que “es preciso reflexionar
ahora sobre un contexto de fuerte calentamiento, lo que va a implicar una nueva
distribución de las poblaciones en la superficie del globo. Hay zonas que
dejarán de ser habitables y sus habitantes deberán migrar”. Dos informes
paralelos vienen a sustentar la tesis de que el mañana será peor. Uno, se trata
de un estudio estadístico elaborado por el Centro de Investigaciones de la Epidemiología
del Desastre (CRED) de la Universidad católica de Louvain (Bélgica) y que
muestra cómo, desde 1970, los desastres han ido en constante aumento. El
segundo trabajo es el informe especial publicado en noviembre pasado por el
GIEC, el Grupo de Expertos Intergubernamental sobre la Evolución del Clima. El
GIEC prevé que los accidentes meteorológicos extremos irán en constante aumento
en los próximos años.
El informe State of Environmental Migration analizó
situaciones climáticas extremas incluso en los países ricos, en este caso
Francia. El trabajo se concentró muy especialmente en las crisis climáticas que
estallaron en 2010 en Pakistán (inundaciones), en Rusia (incendios forestales),
en Haití y Chile (terremotos) y en Francia (tempestades). El caso francés
ilustra que ni siquiera los países ricos están al abrigo de los desplazamientos
de poblaciones obligados por el clima. La tempestad Xinthia azotó la costa
atlántica francesa entre el 26 de febrero y el 1º de marzo de 2010. Su paso
dejó un saldo de 59 muertos y miles de desplazados permanentes. Dada la
exposición de varias zonas a posibles tempestades futuras, el gobierno francés
las decretó inhabitables. Con ello, miles de personas que vivían en las zonas
se vieron obligadas a dejar sus casas y sus tierras para siempre. En este
contexto preciso y luego de analizar los errores cometidos por los poderes
públicos franceses en la gestión de esta crisis, la OIM destaca la importancia
de la preparación de las políticas públicas para administrar las catástrofes
climáticas mayores. Es lícito citar el desastre, a la vez climático y político,
a que dio lugar el huracán Katrina, que golpeó Nueva Orleáns en 2005. 1.200.000
fueron desplazadas y una tercera parte de los habitantes nunca regresó a sus
hogares.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar
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