18 settembre 2018

Lectio Divina, Dom. XXIV T. O. _ El más grande en el Reino (Marcos 9,30-40)


El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como en el primer anuncio (Mc 8,27-38), los discípulos quedan espantados y con miedo.
No entienden lo que Jesús dice, porque no son capaces de aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso y muestran una gran incoherencia.
Mientras Jesús anuncia su Pasión y su Muerte, ellos discuten entre sí quién de ellos es el mayor. Jesús quiere que ellos aprendan a servir, mientras ellos sólo piensan en mandar. La ambición los lleva a auto promoverse a cuestas de Jesús.
También hoy, aquí y allá, el mismo deseo de autopromoción nos puede venir y si no estamos atentos, esos sentimientos llegan a dañar el espíritu de nuestras comunidades, haciendo que las ambiciones personales o de grupos nos dividan, haciendo a un lado el espíritu que debe ser el alma de nuestra pastoral aquí y ahora: el amor y el servicio.

Seguimiento:

30. Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; Él no quería que se supiera,
31. porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32. Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34. Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a Aquel que me ha enviado.»
38. Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.»
39. Pero Jesús dijo: «No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
40. Pues el que no está contra nosotros, está con nosotros.

LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

En ese tiempo había la “levadura” de la ideología dominante. Jesús atravesaba la Galilea; no quería ser visto por la gente, sino estar con sus discípulos.
Les explicó la profecía de Isaías (Is 53,1-10), en la que se anunció lo que le pasaría al Hijo de Hombre, que sería entregado y condenado a muerte.
“Hijo del Hombre” fue el nombre que más le gustó a Jesús para hablar de sí mismo. Esta expresión apareció frecuentemente en el evangelio de Marcos (Mc 2,10-28; 8,31-38; 9,9-12.31; 10,33-45; 13,26; 14,21.41.62). Es un título que viene del Antiguo Testamento.
Ezequiel indica la condición humana del profeta (Ez 3,1.10.17; 4,1). En el libro de Daniel, aparece el mismo título en una visión apocalíptica (Dn 7,1-28), en la que se describen los imperios de los babilonios, medas, persas y griegos.
El profeta habla de un reino con apariencia de gente, reino humano, que promueve la vida, que humaniza (Dn 7,13-14).
En la profecía de Daniel, la figura del Hijo del Hombre representa, no un individuo, sino, como dice él mismo, el “pueblo de los Santos del Altísimo” (Dn 7,27; cfr Dn 7,18).
La misión del Hijo del Hombre, esto es, del pueblo de Dios, consiste en realizar el Reino de Dios como un reino humano. Reino que no mata la vida, sino que la defiende y promueve. Un reino que humaniza a las personas.
Presentándose a los discípulos como el Hijo del Hombre, Jesús asume como suya esta misión que es la misión de todo el pueblo de Dios. Es como si dijese a ellos y a todos nosotros: “¡Vengan conmigo! Esta misión no es sólo mía, sino de todos nosotros.
El Papa León Magno decía: “Jesús fue tan humano, como sólo Dios puede serlo”.
Cuanto más humano, tanto más divino. Cuanto más “hijo del hombre”, tanto más “hijo de Dios”. Todo lo que hace a las personas menos humanas aleja de Dios,
Los discípulos le escuchaban pero no entendían nada, mas no le preguntaban qué quería decir con sus palabras. Tal vez les daba pena mostrar su incapacidad de entrar en su pensamiento, que contrastaba con el que los movía… ser más que los otros…
El Hijo del Hombre se dejó guiar por la Biblia, tanto en la realización de su propia misión, como en la formación que dio a sus discípulos.
Cuando les preguntó de qué hablaban, callaron… Su silencio fue la prueba del error en el que habían caído. “porque iban discutiendo entre sí, porque tenían una mentalidad competitiva: querían saber quién era el mayor”.
Jesús como buen maestro no intervino inmediatamente. Sabía esperar el momento para ofrecerles el cambio de mentalidad y la propuesta de los valores que quería que para ellos manera de pensar y de actuar.
La búsqueda del prestigio, que caracterizaba a la sociedad del Imperio Romano se infiltraba en la pequeña comunidad, y esto le preocupaba.
¡Aquí aparece el contraste, la incoherencia: mientras Jesús se preocupa de ser el Mesías Siervo, ellos sólo pensaban en ser más. Él vino como quien no aparece y ellos tratan de estar más arriba, ¡sobresalir!
La respuesta de Jesús es un resumen del testimonio de vida que Él mismo les dio desde el inicio de su vida pública. Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos, el siervo de todos, porque el último no gana premio ni recompensa.
Es un siervo inútil. (cf. Lc 17,10). El poder hay que usarlo no para subir y dominar, sino para bajar y servir. Este es el punto en que Jesús más insistió y sobre todo el que testimonió (cf. Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16).
Enseguida, Jesús colocó a un niño en medio de ellos. Una persona que sólo piensa en subir y en dominar, no se ocupa de los pequeños.
¡Pero Jesús lo invierte todo! Dice: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado”. Él se identifica con los niños. Quien acoge a los pequeños en el nombre de Jesús, acoge a Dios mismo.

MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida

En el evangelio de hoy, Jesús aparece como el Maestro que forma a sus seguidores. "Seguir" era un término que formaba parte del sistema educativo de la época. Era usado para indicar la relación entre discípulo y maestro.
La relación maestro-discípulo es diferente a la relación profesor-alumno. Los alumnos asisten a las explicaciones del profesor sobre una determinada materia.
No por el hecho de “seguir a Jesús” se es ya discípulo, sino por saber estar con Él, haciendo camino hacia el amor y el servicio. Estas dos palabras son para nosotros la clave de lo que es ser de Jesús. ¿De qué manera los hacemos efectivos a lo largo del día, en las cosas sencillas que nos ocupan, en nuestra convivencia familiar, en el trabajo, o entre nuestros vecinos?
Esta fue la segunda vez que Jesús les habló abiertamente a los discípulos respecto a su cercana muerte y resurrección, pero ellos todavía no podían captar lo que les estaba diciendo. El Verbo «será entregado» indicaba que su muerte no era un accidente o un asesinato, sino la realización del Plan de su Padre Dios. (Rom 4:25) Jesús les habló sobre su sufrimiento y de su muerte, pero ellos seguían argumentado sobre quién sería el más grande.
Todos estamos siendo evangelizados… Nuestro camino en la fe nos ha llevado a participar en momentos fuertes: la Eucaristía, los ejercicios de la Lectio Divina, bien personal como comunitariamente. ¿Somos conscientes de que el Plan de Dios, nuestro Padre no se reduce a una intelectualizar a Dios. ¿Quién nos ve sabe se encuentra de verdad con un hijo de Dios, con un hermano de Cristo Jesús, que hace lo que Dios le inspira, por su Espíritu?
Ellos no entendieron la enseñanza de Jesús. Vivían en una sociedad en la cual la posición y el poder eran importantes, y pensaron que el compañerismo cristiano funcionaba de la misma manera. Incluso en casa, antes de que Jesús fuera a la cruz, los doce debatían como niños. En el idioma arameo, que Jesús habló “niño” y “siervo” era la misma palabra. La verdadera grandeza se encuentra no en el rango o posesiones, sino en el carácter y en el servicio.
Jesús nos invita a ser niños, a dejar lo que los grandes persiguen, el prestigio, el honor para crecer en poder. El niño es y le basta con eso… ¿Qué pretendemos? ¿Qué nos hace actuar? ¿Cuáles son los móviles de nuestras acciones?
Algunos se servían del nombre de Jesús para arrojar los demonios. Juan, viendo que no eran de los miembros de su grupo dijo: “Se lo hemos prohibido, porque no era de los nuestros”.
¡Cuántas veces, también como Juan, decimos no a una obra buena, solo porque no está hecha por nuestro grupo! ¡Cuántas veces queremos hacer a un lado a quienes nos parece que no merece estar con nosotros! Esa actitud nos empobrece. ¡No se lo prohíban! ¡Quien no está contra nosotros está con nosotros! (Mc 9,40).
Juntos cumplamos la misión que Dios nos ha confiado: edificar el Reino humano y humanizante que Él soñó. Hagamos lo que Él hizo y lo que vivió en su vida: Amar y servir cada vez con mejor intención, para parecernos a Él y significarlo en nuestro mundo, que tiene que ser cada día más suyo.

ORAMOS nuestra vida desde este texto

Padre Bueno: Que tengamos claro la enseñanza de Jesús y que ésta sea la espina dorsal de nuestro actuar. También nosotros vamos muchas veces tras el honor y el prestigio. Danos la fuerza para amar y servir. Que ese sea el poder con el que vamos adelante, como lo hizo nuestro hermano, el Hijo del Hombre. Que nos convenzamos que el competir y querer sobresalir hace mucho daño a nuestra Iglesia. Que aprendamos la sencillez y la transparencia de los niños y no tengamos otras miras que hacer presente a tu Hijo, y que acogiéndonos unos a otros, mostremos al mundo que el amor es posible también hoy. ¡Así sea!

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