En el Sanatorio CRAMI de Las Piedras, el día 25 de mayo, la Auxiliadora vino a buscar para llevar a la Casa del Padre a nuestra querida Hermana Candida RIVA.
Nació en Carugate (Provincia de Milán- Italia) el 20 de febrero de 1929
Profesó en Casanova el 5 de agosto de 1949
Perteneciente a la Inspectoría Inmaculada Concepción- Uruguay
Esta querida FMA, misionera desde hace 70 años en Uruguay; nació en Carugate en el hogar de Gregorio Riva y Rosa Fossati, y como testifica el arciprete del lugar, se trataba de una familia “sciettamente cattolica”, que ofreció a Candida un clima de sencillez, trabajo, fe profunda y sobre todo de mucha alegría, expresados en el canto y el teatro que sabía cultivar el papá. En ese hogar crecieron 12 hijos, 6 varones y 6 mujeres; la mayor de ellas, Giuseppina fue religiosa canosiana, misionera por 30 años en India y luego 32 en África.
Su hermano José fue como alumno interno al Colle Don Bosco en tiempos de guerra, y en 1945 también ella llegará a ese lugar tan querido para la familia salesiana, con la finalidad de ayudar a la Comunidad de las FMA en el trabajo de la cocina y ropería. Vivió un año feliz, la alegría de las Hermanas aun en medio del trabajo tan sacrificado, le ayudó a descubrir su sintonía con el carisma y a querer ser como ellas en el seguimiento de Jesús. En este tiempo fue acompañada espiritualmente por el misionero salesiano P. José Molas, Rector del Santuario.
El 15 de octubre de 1946 ingresa al Aspirantado misionero de Arignano. Desde allí pasó al Noviciado de Casanova, vivió dos años intensos de formación religiosa misionera, junto a sus 32 compañeras que eligieron como nombre y lema del grupo el significativo “Fuoco”.
Profesa el 5 de agosto de 1949 y el 30 del mismo mes ya parte desde Génova como misionera, con otras 12 compañeras que tendrán como destino Argentina, Brasil y Uruguay; Candida junto a otra FMA quedará en Montevideo. En el momento de su partida, el papá le dice: “Que tu amor y preferencias sean siempre para los más necesitados”.
El 15 de setiembre llega al Uruguay. Por su forma de ser sencilla, abierta y tan alegre, muy pronto se adaptó a la cultura de esta nación y se hizo querer por hermanas y jóvenes. Tenía entonces 20 años y en la Escuela Taller María Auxiliadora (Montevideo), volvió a sentarse en los bancos de la escuela para continuar estudiando; cursó la enseñanza secundaria y magisterio hasta recibir el título de Maestra Nacional. Estudió también en la Alianza Francesa y desde entonces se desempeñó como profesora de francés y educación física en la misma casa que la recibió y donde vivió 27 años. Allí fue también asistente de alumnas internas, luego vicaria de la Comunidad.
En 1976-77 fue Directora de la Comunidad y el Colegio M. Auxiliadora en la ciudad de Lascano, pequeña población con tantos barrios para evangelizar. A esta casa volverá unos años más tarde también como animadora.
En el 78-79 se le pide el servicio de Asistente de Novicias en Villa Colón, tarea que le exigió el sacrificio de su voluntad, porque se sentía llamada a desplegar su “fuego” misionero entre los más necesitados. Pronto volvió al interior del país; en dos oportunidades (1981-84 y 1991-95) será Directora en el Colegio de Paso de los Toros; un sacerdote que la conoció en estos años dirá de ella: “gran mujer y gran religiosa, un ser de luz comprometida con los más débiles y necesitados, sus ojos azules reflejaban el cielo”
Su plenitud como consagrada misionera lo vivió en Rivera, cuando en 1985 el Consejo Inspectorial decidió abrir una presencia inserta en un barrio periférico de esta ciudad fronteriza y ella fue elegida para ser directora fundadora junto a otras dos hermanas; su pequeña casa siempre de puertas abiertas será hogar para tantos jóvenes con diferentes rostros de pobreza. La familiaridad de aquella casa, contagiará a otras jóvenes y regalará nuevas vocaciones para el Instituto. Después de 1992, realizará un nuevo recorrido por las Comunidades de Treinta y Tres, Paso de los Toros y Lascano, para regresar a Rivera en el 2006 y así seguir anunciando la Buena Noticia de Jesús, en los numerosos grupos que animó hasta el final de sus días, gozando al contemplar la expansión de la obra en aquel lugar, donde se hace realidad la parábola del “grano de mostaza”. Allí la Hna. Candida hizo realidad las palabra de papá Gregorio: “sus preferidos serán los más pobres y necesitados”, allí fue hermana y madre para tantas jóvenes carentes del amor y el cuidado de una familia.
Hace cuatro años, su corazón comenzó a debilitarse y debió ser sometida a una intervención, le costó recuperarse, pero pudo regresar a su querida Rivera y con un paso un poco más lento continuar siendo “misionera en salida” por las calles del barrio. En el pasado febrero celebró sus 90 años, rodeada de tanto cariño, pero lentamente comenzó a perder sus fuerzas; a fines de abril fue trasladada a la casa de hermanas ancianas “Madre Promis” en Las Piedras, para recibir mayores cuidados, se la vio llegar con su “si” de obediencia, pero sin fuerzas para recuperarse; iniciada la novena de la Auxiliadora sufrió un accidente cerebrovascular y fue internada en el Sanatorio CRAMI de la misma ciudad. A pesar de la atención médica, su estado fue empeorando, el 24 de mayo tuvo la alegría de recibir la visita de su hermano José y un sobrino, residentes en Argentina; rodeado del cariño de ellos y algunas hermanas, el día 25 fue a continuar la fiesta de la Auxiliadora en el cielo, donde la pensamos cantando sus alabanzas con aquella hermosa voz que la caracterizaba.
Fue muy significativa su partida, unos días antes en el sanatorio donde estaba internada al darle la bendición de Maria Auxiliadora, anuncio: “ la Virgen me viene a buscar”, y cuando la familia salesiana estaba pronta para comenzar la peregrinación, Candida se adelanta y peregrina al cielo. En esa tarde en la capilla de la casa Provincial, pasan muchos sacerdotes, personas allegadas que ha conocido a lo largo de la vida, hermanas de las distintas comunidades. En la madrugada es llevada a la ciudad de Rivera y en la capilla que tanto trabajó fue el velorio. Toda una ciudad vino a despedirla. Fue llevada a pie hasta el cementerio, más de una cuadra de gente peregrinó con ella, agradeció su vida regalada, y lloró su partida.
Candida nos precediste en la peregrinación, te vamos a extrañar. Gracias por cuanto nos has regalado, por el fuego de tu testimonio que encendió nuestro corazón, nuestra fraternidad. Intercede ante el Padre por nosotros en este tiempo de preparación al capítulo, y que nos bendiga con nuevas vocaciones capaces de encender el corazón de otros jovenes.
Hna. Laura Guisado
INSPECTORA
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